Ni flores

Pablo Martínez-Salanova Peralta

Tibet libre

EL Comité Olímpico Internacional se reúne la semana que viene para ver si suspende definitivamente el recorrido de la antorcha olímpica para evitar así que se produzcan más incidentes. Los Juegos Olímpicos se han convertido en un arma política sin comerlo ni beberlo. Más de uno en el COI se estará dando de cabezazos por haber seleccionado finalmente Pekín como sede olímpica, pero qué iban ellos a saber. Atlanta hace no mucho acogió unos Juegos en un país donde 37 de los 50 estados que lo componen mantienen en vigor la pena de muerte y aquí nadie dijo nada.

No he visto mayor rechazo al pueblo chino desde que descubrieron aquellos almacenes con comida en mal estado. Que no se me interprete mal. Estoy totalmente en contra de la opresión contra el Tibet, y contra cualquier estado, contra la vulneración de los derechos humanos y contra los regímenes políticos que no garantizan la democracia. El Tibet lleva ocupado desde hace más de cincuenta años y es ahora cuando la gente se alza en contra boicoteando un evento deportivo que nada tiene que ver con esa situación política.

Los atletas y aficionados no deberían pagar el pato de un problema que se les escapa. Si midiésemos todo a través del mismo rasero pocos Juegos Olímpicos podríamos celebrar. No dejemos competir a los EEUU o a Japón por mantener aún la pena capital. No dejemos participar a los rusos por el conflicto checheno. Y no dejemos que compitan los israelíes y los palestinos por estar siempre en guerra.

No mezclemos churras con merinas, que nada podría unir mejor a los pueblos que la celebración en paz de unos Juegos Olímpicos.

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