EL fútbol es etéreo, volátil, liviano, ingrávido y hasta delicado. Pero el fútbol también es ingrato, infiel, desagradecido y las más de las veces cruel. El fútbol es también, y es la definición que más me satisface, "fútbol", como decía Vujadín Boskov. Almería, la capital, ha tenido la suerte -bien ganada por cierto- de contar con un equipo en Primera División. El trabajo, el buen hacer del presidente en los últimos años y el acierto en los fichajes, incluido el del entrenador, nos ha sumido a todos en las últimas temporadas en un permanente estado de felicidad burbujeante, pocos sin sabores, muchas sonrisas y las más de las veces esperanza e ilusión por un equipo. Hay ocasiones que se conjugan una serie de factores que permiten caminar o empujar en una sola dirección durante más tiempo del habitual, con lo que se logran o alcanzan metas que podríamos entender como vedadas al común de los mortales. La UD ha estado tocada por esa grácil varita en los últimos años. El equipo ha aunado en torno a sí el favor de todos los que son, los que no lo son y hasta los que están por venir. Sin embargo, cuanto más henchidos de ego, de felicidad, de fútbol en definitiva estamos, nos empeñamos en romper en pedazos las esperanzas de la gente. No tiene sentido, es inexplicable, que la renovación del entrenador acabe frustrando la ilusión de los aficionados. ¿No tenemos bastante con los goles de Negredo, las jugadas de estrategia culminadas en gol, las subidas por la banda de Crusat o los fichajes de invierno, para tener que aderezarlos con pizcas de desestabilización? El Almería necesita conocer ya cuál va a ser el entrenador de la próxima campaña para prepararla con mimo, con metas y con objetivos. Es el planteamiento del presidente y del cuerpo técnico. Sólo la planificación garantiza el éxito. Lo contrario son parches, por los que el aire acaba escapando y desinflando el neumático. Entiendo que la pantomima montada entorno a la renovación o no de Unai Emery es la situación más esperpéntica que recuerdo en los últimos años. Y no es porque se trate de desviar la atención sobre la situación del equipo porque no va bien. Al contrario, se ha elevado al grado de noticia de portada por obra y gracia de la ineptitud de unos pocos y el consentimiento de algunos más.¿Es tan difícil buscar algo de cordura? El equipo está salvado, hace buen fútbol, se trabaja con coherencia, los almerienses acuden al campo, -aunque no de la forma en que se desea- y, además, las cuentas están saneadas. ¿Para qué abrir frentes innecesarios en una batalla que está por venir? Emery se va a ir si encuentra un equipo con más nombre y espera la oferta. Sólo se trata de eso. De ahí su indecisión. Y la directiva mientras, en fuera de juego.

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