TILDARON a los vicarios de equipo inmaduro al comienzo de la liga y auguraron que nunca abandonaría los puestos espinosos de la tabla. Quienes imaginaban tal ocaso futbolístico, ignoran que aún existen equipos en Tercera División, con menos pegada que la canción de Chiquilicuatre en un tablao flamenco. Lo quisieron mandar al desguace antes de rodar, sin conocer el peaje de categoría. Las diabluras envidiosas en el fútbol almeriense empezaron a florecer como nunca desde los tiempos de La Karaba F.C. al compararlos como a verdaderos dioses mitológicos. Pero pasó el tiempo, y Pepe Koscis puso nuevo carburante al equipo. Nadie cambió su naturaleza, sino su actitud, lo que es mérito de un entrenador que no muere con sus ideas, sino que se adapta las herramientas de las que dispone. Ahora el Ciudad viaja en un humilde utilitario que le lleva a donde quiere. Es un vehículo sin ninguna concesión a la estética ni a las mecánicas deslumbrantes. Va bien de pintura y de motor y llega a su destino por una carretera comarcal, la Tercera División, a cuyo paso sus rivales giran el cuello con admiración, como si les adelantase un Ferrari con Elsa Pataky y Raúl Piñeiro. Vícar tiene un color especial y no porque juegue Sevilla, ése al que me parece que le brilla un diente de oro tras su sonrisa en cada victoria. ¿O es un colmillo?

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