La tapia del manicomio

Viento inquebrantable

Ahora que se olfatea la primavera llevamos varias semanas con un Poniente detrás de otro

Hasta hace poco creíamos que el poniente se había acabado en esta ciudad. Lo más viejos del lugar no recordábamos un verano con más levante que el pasado. Y así siguió el otoño y parte de este invierno. Ahora que se olfatea la primavera llevamos varias semanas con un poniente detrás de otro. En cualquier caso, vientos inquebrantables, como siempre ha sido la tónica. Inquebrantables, como los borrachos, que decía la canción de "La romántica banda local". Inquebrantables, pero al menos no están originando grandes quebrantos, como en otras provincias cercanas. Huelva y Cádiz se van a quedar reducidas a la mitad como siga así la cosa, para desolación de chiringuiteros, invernaderos y chaletes de primera línea de playa. Volviendo a "nuestro" poniente, aquí se solía desmadrar a partir de la traca de fin de Feria. El parque y el muelle se quedaban a oscuras, apagada la iluminación extraordinaria y desmontados los cacharricos. Los feriantes cargaban sus hierros repintados en camiones Pegaso o Leyland. Los restos de las banderolas y los papeles de estraza de los churros volaban junto con las ilusiones de los niños que se habían creido que todo el año es feria. El agua oleosa del puerto se ponía gris y las olas picaban inundando la escala real. Septiembre asomaba la oreja con su desagradable carga de exámenes y cuatro gotas de lluvia racheada. Cuatro, salvo que ese año tocara un once de septiembre como el de 1898 o 1973. Los jóvenes universitarios desaparecían de las calles para trasladarse a Granada o Madrid (recuerde el alma dormida y la memoria cesante que aquí no hubo universidad hasta 1993). Aunque no es probable, igual estamos escribiendo esta palinodia el sábado, y cuando se publique el lunes hay calma chicha y tenemos que archivar ya bufandas, rebecas, guantes y tapabocas. Con bastantes bolas de alcanfor porque ya hasta noviembre no es probable que refresque. Si es que el cambio climático, que también es inquebrantable, tiene un detalle y nos trae un refrescón a finales de año. Pero, en fin, como no tenemos mano en este asunto del clima, en lo único que podemos perseverar y mantenernos inquebrantables es en el consumo (moderado o no) de vino, eso sí, cuanto más bueno mejor. En esto hay que ser inflexible, intransigente e inquebrantable. Y que Dionisos y Baco confundan a los malos bodegueros y solo les concedan las aguas del rio Leteo.

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