La tapia con sifón

Vuelve el nabo

Ahora, sin embargo, se observa un renacimiento de esta humilde hortaliza, eso sí, de su variedad japonesa

Durante milenios el nabo fue un alimento habitual de los pueblos de toda Europa. Hasta que llegó la patata de América y lo suplantó en las ollas y pucheros. No fue una victoria fulminante; a la papa le llevó más de doscientos años ocupar el lugar del nabo. Las ollas podridas del Siglo de Oro todavía llevaban nabos como hortaliza acompañante de las carnes y los garbanzos. Quevedo satiriza así la escuálida olla del Dómine Cabra: después del caldo con "un garbanzo güérfano y solo" llegó a la mesa "un plato de carne con (…) un nabo aventurero a vueltas" y dijo el maestro: "¿Nabos hay? No hay para mi perdiz que se le iguale; coman, que me huelgo de vellos comer".

Pero ya en los recetarios populares de finales del XIX su presencia es casi nula. Nos quedan todavía reliquias como la olla de nabos alpujarreña, el arroz con nabos y judías de Valencia o el gallego lacón con grelos, aunque en este último puchero se usan las hojas tiernas (grelos) y no el nabo propiamente dicho. En estos tres guisos se acompaña la verdura con productos de la matanza del cerdo. El puchero gallego y el almeriense llevan patatas además de nabos; y tanto éste como el valenciano usan judías -otro alimento americano- en vez del tradicional garbanzo de la olla podrida y el cocido. Son detalles claros de su menor antigüedad. Se puede decir que son los últimos vestigios del nabo en nuestras cocinas regionales. En la actual casi ni se conoce.

Ahora, sin embargo, se observa un renacimiento de esta humilde hortaliza, eso sí, de su variedad japonesa -"daikon"- o de variedades híbridas como el colinabo o el apionabo. El daikon es un nabo más alargado que el europeo y algo picante, que a los cocinaros "innovadores" parece que les resulta imprescindible. Todo sea por la novedad, lo que permite cobrar mucho más caro, tanto el nabo como los platos hechos con ellos. Y también permite elaborar tonterías que casi nadie discute porque no se tienen elementos de comparación. Como pasa, por ejemplo, con el pan: ¿cómo va a ser lo mismo un pan de trigo amasado, fermentado y horneando como toda la vida que un pan de siete u once cereales, negro y duro como un ladrillo? Pues se cobra el triple por el "novedoso". Ahora es más "cool" (antes se decía chic) el alforfón que el trigo. Y el daikon, mucho más que el nabo ibérico. Catetos, oyes, que diría el añorado Forges.

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