TORRE DE LOS ESPEJOS

Juan José Ceba

El azote del mar

EL engendro del hotel, plantado con violencia y avasallamiento de la hermosa y libre naturaleza, por la playa del Algarrobico, es un monstruo tan horrendo y de tan aberrante agresividad, que suspende el ánimo.

Una realidad de tanta dureza, que supera la propia imagen y el símbolo, ya extendidos por el mundo de, hasta dónde puede llegar la irresponsabilidad y la ausencia total de respeto y valoración del patrimonio natural.

Es cierto que, nuestra provincia, a pesar de los intentos de protección, y al continuo y admirable desvivirse de colectivos ecologistas, en lucha encarnizada con el avance destructor del cemento, está plagada de este tipo de cánceres, que crecen con celeridad y ensombrecen de muerte los mares y montañas.

Habrá que plantar muchas banderas negras, en los próximos meses y años, señalando los tumores que devoran la belleza y armonía del paisaje, con una brutalidad y un impacto de salvaje invasión.

En el Algarrobico se concentran (como en un muestrario ejemplarizante de lo que no se debe hacer) todos los disparates, ilegalidades, permisividad, manipulación, aberraciones y atentados, que puede sufrir un paraje excepcional, junto a una costa deslumbrante; que atesoraba en si misma, sin la espantosa excrecencia del hotel añadido, su condición de paraíso.

No sirven mensajes confusos, contradictorios e indecisos. Ni burdas manipulaciones de la diezmada tropa, para intentar impedir, con amenazas, insultos, provocación, o conato de linchamiento, la libre celebración de un acto autorizado, donde se ejerce el derecho a decir NO y, a cubrir de banderas negras de protesta, el edificio/símbolo de la muerte del mar, con el unánime oleaje de las voces: "Demolición, demolición".

Éste azote del sol y del Mediterráneo ha de ser eliminado, borrado para siempre, como la imagen que mancha las playas de vergüenza e indignidad. Ni un solo valor podrá aducirse en su defensa. La desproporción de tal desatino, se opone, en su misma raíz, a lo que ha de entenderse como defensa y consideración del medio. Quedan anulados el valor y, la impresionante desnudez y hermosura de la costa. Imponer el modelo de Marbella, con su implacable dureza y masificación, es arrojar piedras sobre un futuro turístico, que se anunciaba bien distinto, con el poderoso atractivo de sus playas paradisíacas, no tocadas de un egoísmo destructor.

Mientras llega ese día, en que el mal sueño sea borrado, miles de personas, en todo el mundo, agitan sus banderas negras y, claman, sin descanso: "Demolición, demolición".

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