Antonio Jesús Martín Acuyo Párroco De Cuevas Del Almanzora

Qué bien se está aquí

MAESTRO ¡Qué bien se está aquí!. Con estas palabras del apóstol Pedro, la Liturgia de la Iglesia nos invita a contemplar hoy la Transfiguración del Señor, la manifestación de la gloria de Dios que se nos está reservada, pero que no hemos de olvidar que comienza en la cruz.

Jesús se llevó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan para que fuesen testigos de esta gloria. Podríamos preguntarle al mismo Jesús porque no manifiesta esta realidad al resto de los discípulos, porque no manifiesta su gloria a todos para que crean en Él. Y sin duda la respuesta que hallaremos es que Jesús no quiere los que le sigan lo hagan por los milagros, ni por la grandezas que se le reservan sino porque han encontrado en Él la plenitud de la dicha y siguiéndole podrán contemplar en el tiempo determinado su gloria. Podríamos sentir cierta envidia de ellos, como hoy hay tantos que aún no han descubierto la dicha de seguirle, pero utilizando las palabras de Pedro, debemos afirmar lo bien que se está siguiendo a Jesús, lo bien que se está contemplando a Jesús, lo bien que se está en la presencia de Él. Presencia que se hace viva y eficaz en la Iglesia, presencia que se hace palpable en el testimonio de vida de los cristianos.

En este tiempo de Cuaresma, al igual que Abraham, nuestro padre en la fe, necesitamos poner nuestra confianza en Dios, necesitamos depositar nuestra vida en Él, para que vaya transformando nuestra existencia. Pero para ello es necesario el don de la fe, para ello es necesario confiar en el Señor. Muchos - quizá algunos de los que leen este comentario - aún no hayan descubierto la fe, aún no hayan descubierto el gozo y la alegría de seguir al Maestro, pero no hemos de olvidar que la fe aún siendo un don que Dios nos da gratuitamente, es algo que se busca y que crece en la medida que depositamos nuestra vida en Dios por medio de su Iglesia. Quizá ninguno de nosotros somos aún hemos experimentado la cercanía de Dios y su amor como estos tres apóstoles, pero no olvidemos que el mismo Jesús es quien se los llevó a un lugar apartado (una montaña alta).

Ahora, es tiempo de apartarse, de dejarse llevar por Dios, de confiar en él para que vaya transformando nuestra existencia., descubrir la fuerza de la cruz, para poder experimentar la gloria de la Resurrección. No olvidemos que nuestra vida es un caminar, pero con frecuencia en este camino no somos capaces por nosotros mismos de descubrir la dirección. Cristo ha de ser el que guíe nuestro caminar, un caminar en confianza, un caminar con la seguridad de que - como dice San Pablo - "si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?

Estamos invitados en este Domingo, a acompañar a Jesús a un lugar apartado para poder contemplar su gloria, estamos invitados a intensificar nuestra vida interior por medio de la oración, de la limosna y del ayuno, para poder experimentar y decir: "que bien se está aquí, contigo Señor, sabiendo que la Cruz nos ha de llevar a descubrir la Luz de tu Resurrección".

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