En blanco y negro

Me quedo con la valía de una Almería bombardeada que no pasará a la historia por un mural en blanco y negro

Perdonen si no le hago la ola al Guernica, o si no me sumo al lamento por catástrofes con cobertura mediática calculada, o si no aplaudo discursos bienintencionados que, usando lenguaje grandilocuente, exhortan al auditorio lo que los propios declamadores no tienen la menor intención de aplicar a su repertorio ejecutivo. Y perdonen que me atreva con este tema tan, todavía, urticante. Ochenta años, aunque cuadruplique la cifra del tango, tampoco son nada para algunos acontecimientos. De hecho, la Historia, la completa, la que se remonta al principio de los tiempos, por remota que sea, nos sigue conformando como comunidad. Somos hijos de padres de hijos de padres de hijos de padres… que hemos adquirido creencias, valores, gustos y rechazos por filiación familiar, comunal, cultural y hasta sentimental. Que nos figuremos ser recipientes inocuos y auténticos es como adjudicarnos la autoría de la novena de Beethoven: atrevido y, definitivamente, absurdo. Mi intención en el artículo de hoy no es reclamar atención histórica, ni mucho menos hacer otro reiterativo recuento de los hechos acaecidos aquel 31 de Mayo del 37, ni tampoco tengo solvencia académica para tal empresa. Sólo me quedo con el hecho concreto, eso que llaman "daño colateral" en pos de un beneficio mayor o, para ser más exactos, de una minimización de las pérdidas. Me quedo con la siniestra decisión de fijar a la ciudad de Almería como objetivo para un bombardeo que debió dejar a la población con más terror del que ya debía tener pegado a la retaguardia después de casi un año de contienda. Me quedo con el castigo gratuito a un enclave de tan insignificante importancia que hasta el único elemento en la propia ciudad que lo conmemora está a nueve metros bajo tierra. Así somos aquí, levantamos monumentos a la peseta y enterramos el esfuerzo y la conciencia bajo tierra. Porque, si es cierto lo que cuenta la historia que promovió este suceso, a saber, la participación ciudadana sin distinción en la construcción de los refugios, sin duda me quedo con esto, con lo que se puede decir en mayúsculas como claro ejemplo de magnánimo trabajo por el bien común, más allá de medallas personales, rúbricas profesionales, fotos institucionales ni sellos municipales. Me quedo con la valía de una Almería bombardeada que no pasará a la historia por un mural en blanco y negro, pues el color de un cielo despejado sienta mucho mejor.

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