En el camino

A Juan Megino ahora los espíritus de la memoria le dedican una calle que es en realidad una carretera

Yo conocí a Juan Megino en el año 96, creo. Estaba trabajando en la remodelación de la Plaza Marín, más conocida como la Plaza del Monte, porque allí estaba el Monte de Piedad, en Almería. Había un problema con una ruina privada que había que tirar, no recuerdo el porqué exactamente pero el caso es que se demoraba la demolición y entonces vino él, el alcalde y cogiendo el teléfono móvil, llamó a alguien hecho una furia y le dijo, mira, fulano, mañana vienes con una máquina y la tiras. Con algún otro alcalde anterior o posterior, en primer lugar nunca irían a interesarse por ninguna obra a menos que fuesen rodeados de concejales, técnicos de urbanismo, arquitectos, ingenieros y por supuesto, periodistas.

Consultan, escuchan la respuesta, se hacen la foto y se van. Tienen por sistema no interferir en los intrincados procesos administrativos de las obras públicas. Megino si interfería, en las obras públicas y en todo. El problema que tienen los dirigentes hiperactivos y altamente eficaces es que exigen que todos los que los rodean sean hiperactivos y altamente eficaces, lo cual puede producir una alta tasa de eficacia y al mismo tiempo, una alta tasa de animadversión. En Almería, hacer que algo se haga cuando tiene que hacerse y evitar por vía expeditiva que no se dilate en el tiempo año tras año está muy mal visto. Todo tiene que tener su trámite, su dilación y su resolverse tarde, mal y nunca. Pero nadie genera estrés a nadie y todo es paz y concordia.

Juan Megino hizo muchas cosas, en su tiempo y sin dilación. Una de las peores recordadas en el tiempo fue la remodelación del Paseo de Almería, la vía principal del municipio, que ya le tocaba, que tenía mármoles blancos de Macael rotos y resbaladizos, aceras estrechas y sabor a mugre y orín antiguo de proxeneta apoyado en la pared. No se le ocurrió otra cosa que fastidiar temporalmente a los comerciantes con obreros y escombros y encima poner granito en el suelo, menos resbaladizo y más duro. Los almerienses no le perdonaron tantos agravios y votaron a otro alcalde, mucho más tranquilo y almeriense. A Juan Megino, que es original de Jaén, ahora los espíritus de la memoria le dedican una calle que es en realidad una carretera, lejos del centro, cerca del cementerio. La única calle dedicada a un alcalde vivo. Que vengan alcaldes de fuera a hacer cosas, a nombrar calles, que en realidad son carreteras, o caminos.

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