El centro Pérez Siquier

Carlos, que es muy inteligente y eternamente joven, sabe bien por qué lo ha hecho así

Cuando Carlos Pérez Siquier puso en marcha AFAL, hacia finales de los cincuenta, era un joven de veintipico años. Aquella revista, de escasísimo presupuesto y mucha ilusión, rompió moldes y alumbró, desde la marginal Almería, una nueva forma de entender la fotografía documental. Por sus páginas desfilaron las imágenes de un grupo de jóvenes fotógrafos procedentes de diversos lugares de España, principalmente Madrid y Barcelona, que después serían aclamados -muchos de ellos con los Premios Nacionales- y convertidos en grandes clásicos modernos de la historia de la fotografía española. El secreto de esta gesta residió, exclusivamente, en las ganas y la ilusión, el esfuerzo y, sobre todo, la calidad. Y, todo hay que decirlo, fue un proyecto íntegramente ejecutado desde la iniciativa particular, al margen total del hecho institucional del momento. Generalmente, en el ámbito de la cultura rompedora, las cosas son así; las instituciones públicas llegan siempre tarde, cuando ya no se las necesita. A estas alturas de la película, Carlos no necesita ninguna presentación o justificación; es por méritos propios uno de los grandes nombres de la fotografía española y el primero a quien se consagra un museo monográfico en nuestro país. El Centro Pérez Siquier es también, curiosidades de la vida, por decisión expresa de Carlos y el quijotismo de la Fundación Ibáñez-Cosentino, un proyecto íntegramente parido y ejecutado desde el ámbito particular. Con la decisión de ceder su archivo fotográfico a nuestra fundación para su conservación, digitalización y estudio, Carlos ha vuelto a apostar, a sus ochenta y siete años, por el esfuerzo y la ilusión de las personas que, al margen de las instituciones públicas, son capaces de generar cultura de calidad con presupuestos modestísimos. Es de agradecer -y sorprenderá a muchos- que una persona de su altura, con el gran reconocimiento público e institucional que tiene, haya elegido a una humilde fundación privada almeriense como depositaria de su enorme y fundamental legado, en un contexto en el que existen entes públicos en nuestro país, algunos geográficamente muy cercanos, dedicados al mismo cometido. Carlos, que es muy inteligente y eternamente joven, sabe bien por qué lo ha hecho así. Como con AFAL en los cincuenta, Almería vuelve a ser pionera con el Centro Pérez Siquier en el discurrir de la moderna fotografía española.

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