LA ESFERA

Ignacio Ortega

Los colores de la Chanca

EN los andamios de los barrios flotan incomprensibles mecanismos con los mismos deseos e impulsos que sentimos quienes los habitamos: el soñar, la memoria, la alegría, la tristeza, el color… Los barrios todos, como las personas, también están necesitados del milagro de una caricia a tiempo, del intercambio afectivo, de ser arte y parte de la ciudad, y tantas y tantas salpicaduras humanas que transitan iguales por el interior de ellos.

Así es que estamos todos del mismo lado de la vida, sólo que más allá de estas consideraciones existen barrios con los mismos latidos y sentimientos, pero con muchas desventajas.

La Chanca ha sido modelo de un largo y dramático dimes y diretes de las administraciones.

Por fin su recuperación despierta de un letargo satisfecho de humedades y dolores contenidos. Suave, como la brisa y un beso, recupera los colores de se su cara y mansamente comienza a caminar, como su Virgen del Carmen cada agosto por la cuesta de Cordoneros.

La vida íntima de La Chanca siempre se ha contado por los tendales de ropa multicolor en sus fachadas, que son como un soho donde se exhiben los trapos tendidos de toda la pobreza, donde las camisas de Camarón comparten cordel con las medias de rejilla, con las batas de fieltro rosas de andar por casa y calles, zapatillas importadas, minifaldas de las niñas y ahora multicolores velos.

En su casco urbano el ayuntamiento nunca ha puesto un sólo rótulo, ni una sola mención que recuerde que por allí, por su suelo, pasaron fenicios, romanos, árabes y gente venida de todas partes.

Por eso, algunos vecinos han pensado que era recomendable despertar el alma del viejo barrio y devolverle los colores a sus casas adobadas, calafateadas por esencias de yodos y breas marineras, ofrecer un barrio en su original color, recuperar la tradición de pintar sus fachadas con colores ingenuamente seleccionados. Así, el nuevo color urbano brindará la posibilidad de otra visión más alentadora de la vida a los niños, hombres y mujeres que lo habitan.

Desde ahora las realidades, que siguen siendo extremas en algunas partes de La Chanca, dan paso a otras muy diferentes donde la expresión a través del color añorado gana partido. Sus impulsores, gentes del barrio, desconocen esta transculturación mediterránea de origen ligur, pero saben que el color otorga posibilidades y están trastocando el sepia actual de La Chanca por una nueva escenografía cromática donde los siete colores de la creación, los colores de la identidad y la autoestima vuelven a estar presentes.

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