República de las Letras

La cruda realidad

A veces pienso que la verdadera realidad era aquella, la de la adolescencia, cuando las esperanzas eran posibles

Que esto, el mundo, está montado sobre grandes mentiras es cosa muy sabida. Todo consiste en que haya una inmensa mayoría que trabaje y una minoría que capitalice ese trabajo, una inmensa mayoría que consuma y una minoría que se beneficie de ello, una inmensa mayoría que pague impuestos para que una muy pequeña minoría se aproveche del Estado sostenido con esos impuestos. Así es y así ha sido siempre. No lo descubrió Marx a mediados del siglo XIX, se sabía desde antes de los romanos. Es la médula del sistema capitalista, al que se han rendido, a fines del siglo pasado, las dos grandes potencias socialistas del mundo, Rusia y China. Todo consiste ahora en geopolítica: la mitad del mundo vive a costa de los recursos naturales de la otra mitad, como muestra en estos días la película El cuaderno de Sara. De igual forma, en España se ha querido privatizar la Sanidad Pública porque es un filón de negocio muy inexplotado, y como la gente se ha sublevado ante eso -aquellas mareas blancas- ahora la socaban día a día, tanto desde el gobierno central como desde la Junta de Andalucía para que su mal funcionamiento, su funcionamiento en precario, exija una solución que pase por las privatizaciones. Tal, también, con los medicamentos: el número de los que salen del sistema público y han de ser pagados en su totalidad aumenta constantemente en función de los buenos o regulares dividendos que vayan obteniendo los grandes laboratorios farmacéuticos. Así vamos perdiendo derechos. Ahora nos amenazan con las pensiones. Quieren privatizarlas. Mientras nos anestesian con Cataluña, Puigdemont y compañía, nos rescatan, por ejemplo, autopistas en quiebra para que entre todos paguemos las pérdidas o rescatan a los bancos con 66.000 millones de euros de todos los españoles y luego tienen que pedir un préstamo de 6.000 millones para pagar las pensiones. Y mientras nos aseguran que salimos de la crisis, el paro sube el mes de enero. Es incomprensible, otro ejemplo, que pague más IBI -Impuesto sobre bienes inmuebles, del Ayuntamiento- un piso que un local comercial porque se permite que los valores catastrales de estos últimos sean muy bajos. O que nadie reforme Canal Sur ni Interalmería. O que no se ponga coto a la publicidad engañosa. O… En fin... Un país desastroso. A veces pienso que la verdadera realidad era aquella, la de la adolescencia, cuando las esperanzas eran posibles.

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