Contra la cultura de la tribu

Las nuevas formas de conocimiento del siglo XVII tuvieron que lidiar con una sociedad y poder irracionales

La lucha más encarnizada que tuvo que librar el pensamiento ilustrado del siglo XVIII, que en cierta forma aún no ha acabado, fue contra el teísmo del Antiguo Régimen; una sociedad en la que se daba por verdad absoluta la existencia del dios cristiano. Su cuestionamiento llevaba implícito el delito de herejía y estaba penado de diversas maneras. Las nuevas formas de conocimiento, racionalista y empirista, que tanto auge y expansión conocieron desde el siglo XVII, tuvieron que lidiar con una sociedad y un poder profundamente irracionales, fanáticos e intolerantes. Casi todos los grandes intelectuales del periodo, dentro de sus sistemas de pensamiento lógicos, tuvieron que meter con calzador el problema de la existencia de dios, aceptándola con ciertos artificios teóricos que no acaban de encajar en el cuerpo filosófico global. En lo más profundo, parece que pesaba el miedo a ser represaliados. Baste como ejemplo ilustrativo lo que sucedió a Fichte, a la sazón catedrático - y muy reconocido ya en su tiempo- de la mítica universidad de Jena. En 1798 publicó un artículo en una revista dirigida por él -Philosophisches Journal- de un joven filósofo, Friederich Karl Forberg. En el escrito, titulado "Desarrollo del concepto de religión", se negaba la existencia de dios aplicando radicalmente la doctrina de Kant. Para evitar que le salpicara, como no estaba dispuesto a censurar el ensayo de Forberg, publicó junto a él otro suyo, en el que negaba también al dios personal de la tradición, reduciéndolo al "Yo puro" que está dentro de nosotros. El escándalo fue mayúsculo y a Fichte le costó la cátedra. Dos meses después de la publicación la revista fue confiscada y el príncipe elector de Sajonia envió una carta a los mecenas de la universidad para que cesaran a Fichte, pues había que impedir "que siguiera predicando a la juventud su ateísmo, tan perjudicial para la seguridad del Estado, como la experiencia en Francia había enseñado suficientemente". Fichte cayó en desgracia; colegas como Kant o Jacobi le atacaron duramente con el fin de tomar posiciones alejadas de él. Tuvo incluso que revisar su postura sobre dios y cambiarla, acuñando la noción de "Absoluto" independiente del "Yo". En todo el proceso se evidencia lo que espera al que se emancipa del pensamiento único de la cultura de la tribu, tan necesario al poder establecido en todo tiempo y lugar.

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