El callejón del gato

Los efectos de la censura

Valtonyc es un rapero cuyo objetivo era provocar enalteciendo comportamientos delictivos

Se supone que la censura se pone en práctica para limitar la difusión de aquello que se quiere censurar. Desde que se aprobó la ley mordaza con la intención de coartar la libertad de expresión se ha puesto en marcha una censura que está surtiendo efectos contrarios a los que se pretende. La semana pasada las expresiones de tres autores que, probablemente, hubieran pasado desapercibidas, ocuparon portadas gracias el impulso que recibieron de quienes pretendieron su condenación. Valtonyc es un rapero hasta ahora desconocido cuyo objetivo era provocar enalteciendo comportamientos delictivos y maldiciendo con un lenguaje procaz a todo aquél que le viniera en gana con nombre y apellidos. Su arte, o como se le quiera llamar, no alcanzaba más allá de algunas plataformas digitales de acceso gratuito. Con la condena del Tribunal Supremo, el joven se ha convertido en un rapero famoso, las letras de sus canciones han alcanzado metas que nunca pudo sospechar, y la propia condena, puesta en cuestión incluso por juristas acreditados, ha supuesto una provocación añadida. Todo un éxito para un rapero provocador. Nacho Carretero es un periodista gallego autor de Fariña, una obra literaria sobre el narcotráfico en Galicia. Por iniciativa de un tal Alfredo Bea Gónda, exalcalde de O Grove por el Partido Popular, cuyo nombre aparece en el libro, una jueza ha ordenado su secuestro cautelar, lanzando de rebote el libro al estrellato. Los ejemplares que había en las librerías se agotaron en veinticuatro horas, y ayer, sin ir más lejos, un servidor recibió un WhatsApp, con un ejemplar gratuito en pdf. No hay dinero para pagar al denunciante Bea Gonda y a la jueza que dictó la resolución del secuestro, la publicidad que le han dado a Fariña. Señor Nacho Carretero, tenga usted mi enhorabuena. La tercera obra bendecida por la censura ha sido la de Santiago Sierra en ARCO. La obra en sí, a mi modesto entender, no es como para extasiarse ante su belleza plástica y, en cuanto al mensaje que pretende transmitir, carece en absoluto de originalidad ya que llamar presos políticos a la gaterva de presuntos delincuentes que se pasaron la ley por el forro en el Parlamento Catalán, es un argumento que está más visto que las cortinas de saco, dicho en castizo almeriense. Pero gracias a la censura ejercida en este caso por el director de la muestra Carlos Urroz, hubo quien pagó por la obra la friolera de 96.000 euros y todos contentos. Un triunfo.

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