Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

No, no tiene enmienda

En Andalucía, una empresa de juguetes para hombres en soledad arrasa

Uno imagina que cuatro hombres sentados en un banco al sol del invierno son jubilados, que probablemente se hablan lo justo un día tras otro, las manos sobre el cayado y una boina por cabeza. Pero no: llevan gafas de pasta y barba perfilada, ninguno más allá de los 25 años, y el banco es como de plaza de pueblo o parque, pero está en una plaza adoquinada dentro de una facultad. Y hablan aún menos que la cuadrilla del tío Carmelo: toda su atención está en la pantalla de sus móviles. De pronto, se carcajean a coro, se miran apenas haciendo un rápido comentario, se vuelven a reír y continúan a operar con los celulares, de vuelta al silencio. En realidad, es un silencio sólo de voz, porque sí se hablan; están en red, on line, y es muy probable que otros colegas remotos participen del chat temático. Sabemos bien a estas alturas que tiene poca marcha atrás ese ensimismamiento que los más puretas consideramos más negativo que positivo, a pesar de que todos estemos enganchados en la intimidad a las redes sociales y a la conexión mundial. Hablemos de esa intimidad conectada, pero en modo amor propio, o sea, onanista. Onán, recordemos, es un personaje de la Biblia que eyaculaba sobre la tierra cuando acababa de practicar el coito con su cuñada viuda. En buena ortodoxia no era un pajillero, pero le cayó ese sambenito para la eternidad.

La soledad de jóvenes y menos jóvenes abducidos por el smartphone no es ajena a las estrategias empresariales, obvio es decirlo. Y ya sabemos qué la cosa no tiene enmienda y que el sexo es la corriente más enérgica que mueve el cuerpo y hasta el alma, y no digamos en las edades primaverales. Fleshlight, empresa fabricante de dispositivos masturbadores masculinos, tiene sede en Andalucía. Su éxito es arrollador a nivel internacional. Enriqueciendo de servicios la tendencia al hiperaislamiento -cedo el término a la comunidad con gusto-, la empresa va a sacar un nuevo producto: un consolador sincronizado con unas gafas de realidad virtual que sume al manolista en una experiencia que combina una experiencia táctil, epidérmica, sonora, quizá olfativa en el futuro y, lo dicho, acompañada de sacudidas de alto realismo y con la actriz porno famosa que el caliente solitario desee dentro del catálogo. Los desarrolladores de negocio y los de I+D+i ya habrán pensado, me imagino, que la versión partyline u orgía puede ser cosa inmediata. En el fondo, es como lo dicho de los estudiantes al sol, pero en cochinote. Y sin venéreas ni embarazos ni "Cari, ¿pero tú me quieres?" que valga.

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