El espíritu de la carne

Mañana el cuerpo, es decir, el alma, de Salvador Dalí resucitará por obra y gracia de la justicia y del destino

Mañana el cuerpo, es decir, el alma, de Dalí resucitará por obra y gracia de la justicia y del destino. Los profetas resucitan a los tres días y los genios a las tres décadas. Ni siquiera las pesadas losas de tonelada y media pueden impedir que vuelvan a la vida sus moléculas que serán levantadas por colosales grúas para que se analicen sus dobles hélices, que pueden diferentes al resto de la humanidad. Su cuerpo podrido revelará un ADN único y blando, dormido en el inconsciente de los sueños. El resto de los mortales, además de los necios contables que esperan sacar réditos a la biología, los doctos y los ángeles dibujarán su compleja muerte tridimensional por mor de esa oscura pitonisa de ojos que ven en el té y las estrellas, ojos de tarot y éxtasis de corpus hypercubus. Y es que los genios no tienen derecho a morirse, ni a descansar en paz, ninguno de sus átomos, ninguno de ellos, aunque estén sus putrefactas cadenas moleculares comidas por los gusanos y salgan de sus manos hormigas. Tienen derecho, deben tener derecho, a un último espectáculo, a una nueva publicidad, que como un elefante se alce en su supraestructura. Sus huesos y su piel no están muertos, sólo temporalmente sepultados pero levitarán con grandes artificios. Como vuelve a salir del huevo del mapa mundi sobre la carpa precursora, como de la granada (la madre) sale el pez (la hija) y del pez, los tigres (los abogados) para abalanzarse con su rifle sobre el cuerpo desnudo (el cadáver, los restos embalsamados). Como se retuerce la cabeza y los miembros y se extraen rinocerontes y mariposas. Y esta será la última cena, ya tendremos todo su ser por fin, si en el ADN está el DNI y está todo lo vivo y está todo lo inmortal ya que el ADN no está vivo ni muerto. Y podremos conservarlo y podremos reproducirlo, y podremos multiplicarlo. Y todos seremos hijos y padres del mismo gen. Los preludios, las máscaras de yeso y el mundo del más allá que le confía a la pitonisa sueños de grandes ríos de oro que manan del cuerno de la ciencia son sólo estratagemas de la suerte y caminos del señor inexcrutables para que el genio venza una vez más a la muerte. Mañana, para el periodista simple, será el último acto surrealista, el último evento, la última performance, el último flash de su cámara digital y después volverá a los sótanos de la tierra. Elevado en su torre, retirada su mortaja, averiguado su secreto.

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