La fábula del máster

Cristina, sin juzgar tus valías o carencias políticas, reflexiona. Si mentiste en tu currículum, y no hiciste el máster, deberías decirlo

Ay, Cifu, Cifu! Qué vueltas da la vida, y cuán misterioso es el destino que nos depara a cada uno, o la incertidumbre que gusta afligir al de arriba, al todopoderoso. Y no me refiero a Puigdemont, que tiene más vidas procesales que el gato de Don Corleone.

El día que "Puchi" vuelve a tomar oxígeno junto al Rin en la maratón judicial al que lo tiene sometido el Tribunal Supremo español, mientras tú, querida Cristina Cifuentes, te ves inmersa en una tormenta perfecta. Desconocemos hoy si te arrastraron a ella forzada, o, realmente, te zambulliste solita en esas aguas turbias. Tiempo atrás todos creyeron en ti. Con tu semblante angelical, espontáneo y cercano, te abriste camino en ese difícil estercolero político como era, y se está demostrando, el personal del Partido Popular de Madrid. Corrupción, amaños y tantas cosas más. Llegaste a la Presidencia de la Comunidad sin hacer ruido y, entre medias, decidiste añadir a tu currículum un máster, como cualquier hijo de vecino que tiene aspiraciones personales y profesionales. Iba todo como la seda.

Pero, pasados los años, y en la cúspide del poder ya, has sufrido en tus carnes el fruto de la exposición que tu puesto conlleva. Para bien, gozando de privilegios y adulaciones, y para mal, siendo centro de críticas y manipulaciones, o no. Una fábula esópica describe tu situación perfectamente, la de aquél pescador que sacó del mar la red y esparció en la arena los peces grandes, pero no los pequeños, que escaparon por los agujeros de la misma. Moraleja: la salvación es fácil para los insignificantes y desconocidos, pero, para los que gran fama atesoran, difícil le es evitar los peligros y riesgos que la misma conlleva. Cristina, sin juzgar tus valías o carencias políticas, reflexiona. Si mentiste en tu currículum, y no hiciste el máster, deberías decirlo. Si lo hiciste, pero con trato de favor y ayudas, deberías decirlo. El respetable, como en las tardes de toreo, será quien te juzgue. Si no mentiste, y ha sido la universidad quien ha montado todo este pitote, alguien en el rectorado debería hacérselo ver, aunque, respetando siempre la presunción de inocencia, no parece esto lo más probable. Para todos nosotros, otra enseñanza extraída de esta historia: congratulémonos de que la opinión pública ponga el listón de la ejemplaridad alto, pero que sea para todos, para todo, y en todo momento.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios