UNA empresa que trabaja para Vodafone transformando en mensajes de texto los mensajes de voz que cualquier usuario envía al teléfono de otro está haciendo una aportación fundamental a la sociología de la vida cotidiana: el diccionario de la jerga que se habla en la España de hoy.

Cada vez que el sistema informático que realiza la conversión detecta una palabra o una expresión no admitida por la Real Academia de la Lengua alerta a un empleado de la compañía, que la escucha y la almacena. Así es como se ha podido elaborar un diccionario del habla popular, sacándolo de millones de mensajes grabados en los buzones de los teléfonos móviles. Es inimaginable un mecanismo más preciso y contundente que éste para averiguar cómo hablan los españoles corrientes, sobre todo los españoles de una edad para abajo (jóvenes y adolescentes).

De este modo hemos podido conocer el decálogo de las palabras -palabros, en algún caso- y expresiones que más usamos los españoles en el día a día, cuando no nos autocensuramos por cuestiones de trabajo, cortesía o educación. A la cabeza de este top ten del habla cotidiana se encuentra fistro, que, en su modalidad duodenal o a palo seco, se debe a la fértil imaginación de un veterano superviviente de los años chungos: el malagueño Chiquito de La Calzada. Quizás ha dejado ya de ser una estrella omnipresente de la televisión, pero ahí queda su huella en el lenguaje popular.

También están entre las diez principales canijo, un adjetivo que se ha sustantivizado para identificar con cariño a los individuos efectivamente canijos, y dos aportaciones del habla gaditana: quillo y picha. El quillo lo percibo yo como más de la parte de Jerez que de Cádiz capital. Su poder de identificación es enorme: tengo un amigo médico que cuando estuvo empleado en un hospital gallego lo reclamaban por la megafonía repitiendo: "Doctor Quillo, acuda a urgencias". El picha es absolutamente gadita y debe mucha de su difusión por toda España al ganador de la primera edición de Gran Hermano, Ismael Beiro, que no se la quitaba -la palabra- de la boca y que acabó siendo conocido tras su paso por televisión como El Picha.

Ha llovido mucho, ciertamente, desde que los gaditanos inventaron la palabra liberal, pero también este noble vocablo ha terminado bastardeado por su uso y abuso y hoy el liberalismo puede cobijar a cualquier monstruo antisocial. Que sus aportaciones a la jerga común sean ahora quillo y picha no deja de producir melancolía. Echemos la culpa a la televisión y a la Logse, que todo lo encajan. Quillo y picha no disimulan su origen plebeyo y su significado de clase popular. Es lo que arrasa. Pese a la Academia.

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