Una hora con mario

Si quieres resultados diferentes a los que obtienes, tienes que hacer cosas diferentes. Alguien olvidó la letra pequeña

Dijo Mario Benedetti hace años en una de sus obras aquello de que se podía contar con él. Pero no hasta uno, ni hasta dos, ni tres, sino que, para lo que fuese, se podía contar con él. Un signo de franqueza, amistad y elocuencia, todo en uno, que denota la calidad de un genio, la verdadera esencia del interlocutor de cualquier charla que se precie. Y es que no suelen prodigarse mucho las ocasiones en las que, hoy en día, se puede mantener, y digo mantener, una conversación interesante con alguien. Bueno, no pidamos demasiado. Simplemente, llevadera. Uno de esos coloquios en los que no se llegue a implorar, a manos juntas y rosario en la frente, el final del suplicio mortífero que a uno le insuflan sin compasión, a martillo y cincel, o con calzador de espino y ortiga. Cuesta mantenerse despierto ante palabras que pululan sin sentido ni coherencia. Loable y bien agradecido sería sincerarse en esas situaciones, mandándose cada uno a su casa, sin más demora, sin que esa despedida, repentina y saludable a todas luces, supusiera molestia o afrenta para nadie, pues el tiempo no sobra, y las apariencias están sobrevaloradas.

Días atrás tuve uno de esos parlamentos. No el cansino y plasta, sino el llevadero. Fue locuaz, interesante. Dejando a un lado las formalidades iniciales, aderezada con barnices típicos, aforismos o los refranes de la tierra, se llegó a hablar de lo divino y de lo humano.

Las palabras exactas no las recuerdo, pues tampoco se trata de llevar encima luz y taquígrafo a la espera de estos momentos. Pero, entre otras, en la memoria sí quedó algo parecido a lo que leí hace tiempo a Emmanuel Macron, sobre el deseo de que cada cual elija su vida, viendo en la educación el mecanismo para el ejercicio de la libertad, fuera de toda imposición, dejando así que cualquier individuo se convierta en lo que cree que debe ser, y no en lo que los demás quieren que sea. Incluso en las peores adversidades. Gran lección. U otra máxima, algo tan fácil de aceptar como difícil de llevar a la práctica.

Últimamente lo estoy escuchando en un anuncio publicitario, a modo de mantra mesiánico. Si quieres resultados diferentes a los que obtienes, tienes que hacer cosas diferentes. Obvio, o no, alguien olvidó la letra pequeña. Advertir que las circunstancias, presentes en todo, también cuentan, y condicionan. Fue una hora bien aprovechada. Satisfactoria.

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