Convencido de lo que opino he de decir que la camiseta de un equipo de fútbol es tan sagrada como la bandera de una nación. Es el símbolo mayor de una institución deportiva, por lo que rechina ante mi vista esos engendros que, bajo la premisa perversa del marketing, lucen los equipos para mayor gloria de la tesorería. Bastantes concesiones a la rentabilidad se perpetra ya con esa mancha en la camiseta que son los reclamos publicitarios.

Recuerdo cómo chocaban los primeros manchones en las camisetas, pero el cuerpo se va haciendo a ese peaje económico y la costumbre se ha convertido en ley tan implacable que cuando un club no encuentra soporte publicitario con el que embadurnar su zamarra se le tacha de incompetente. Pero bueno está lo bueno, las cosas son como son, ya hasta lleva publicidad la camiseta que compra el hincha porque sin ella, da la impresión de que no está actualizada, en fin...

Y en ese apartado del marketing se llega a que, por ejemplo, el Betis parezca que es el Sevilla si se le ve por detrás. Adidas manda y en el club no hay nadie que le diga a la multinacional alemana ¿dónde vas con ese invento? El Betis no se parece al Betis y la misma Adidas ha tenido el rapto ingenioso de darle a la camiseta de España para el próximo Mundial un toque republicano. ¿Queriendo, sin querer? Quién sabe, pero lo cierto es que la idea es una gran salida de pata de banco.

El mero hecho de que a próceres como el coletudo Iglesias le guste la camiseta debería ser motivo inmediato de retirada. Hay equidistantes que dicen no pero sí, otros tildan a los críticos de estar aburridos, lo de siempre en un país arrasado por el buenismo y lo políticamente correcto. El azul y el rojo unidos da morado y morada parece la franja que la camiseta lleva a estribor. Roja, amarilla y morada es la bandera de la II República, conque ¿a qué viene esta milonga?