El invento del gran turismo

Yo ya tengo una mochila para traerme los libros que adquiero en mis pequeños viajes

Celebrando a Washington Irving, en los puentes se puede visitar la Alhambra y se pueden leer sus Cuentos, o al menos el inicio, que es lo más interesante. Visitar algo maravilloso y decir oh, ah, eh, quedarse extasiado y luego irse no tiene ningún sentido. Bueno, sí, contarlo luego, mostrar fotos, ponerlas en Facebook. El verdadero sentido del arte, verdadero objeto de los viajes, está en llevártelo a casa, cómo, pues en forma de libros. Sí, libros, oh, libros. Yo ya tengo una mochila para traerme los libros que adquiero en mis pequeños viajes. Puedes ir cien veces a la Alhambra pero si no te empapas de toda la literatura posible, guías, historia, sobre ese monumento, no has visto nada y nunca verás nada, ni siquiera con guía, ni siquiera con audioguía. La Alhambra de Irving (autor también de Rip Van Winkle, curiosa novela corta, por cierto) es muy diferente y muy parecida también. Las obras de arte son prácticamente las mismas. Y las personas son también prácticamente las mismas. En los letreros pone muy claramente no tocar, pero todo el que quiere toca los valiosos estucos. Los estucos son una mezcla de yeso y polvo de mármol que los hace muy muy duros y pensados para durar en el tiempo, pero en este caso, es un crimen tocarlos, como es un crimen tocar la pintura en un cuadro del museo del Prado. Los vigilantes sentados en las sillas, dicen, no si había que darle un trozo de la Alhambra a cada uno a la entrada. La taquilla y los recorridos se han vuelto algo demenciales. Antaño, recuerdo, subías entrabas libremente hasta el Palacio de Carlos V, comprabas la entrada sin problema a la izquierda, creo recordar, donde ahora están los aseos y entrabas sin más. Ahora compras las entradas por anticipado si tienes suerte y si no madrugas y esperar en plena alborada de frío granadino. Si reservas las entradas y las imprimes sin código qr haces cola media hora para acceder a lo que sea y cuando te toca te mandan a la casilla de salida para que te den el código qr, a montones de personas se les pasa la hora de visita de los palacios nazaríes y pasan igual. Se instala el caos en el todo y en la parte. Yo, protegido por los dioses de los libros, hago todo el recorrido sin problemas. A Washington Irving, convertido en Rip Van Winkle, el hombre que durmió durante años o siglos y luego se despertó, todo le volvería a asombrar, y lo que más, el rollo ese de los códigos qr.

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