Desde mi atalaya

Benjamín / Hernández / Montanari

Todos llevamos un torero dentro

EL ser que se dedica a torear, para un filósofo, es un hombre de acción. Mientras, el espectador, para el torero, debería ser un partícipe contemplativo. Pero dentro de todo aficionado hay un torero oculto que, en la intimidad o en sueños, imagina el lance garboso y el ¡jé toro, je! preciso. Los hay que pisan campo y se atreven ante becerra en tienta. Por tanto, en el público taurino, se acumula teoría y práctica. La mayoría de las veces volcada ésta en las exigencias con quien se viste de luces. Por la falta del mínimo valor, o prudencia ante lo que es un posible accidente físico, o vergüenza y pudor de hacer valer carencias en público, esa acción oculta teorizada en los diferentes gustos de la variedad de estilos ejecutados con los engaños se refleja en el placet hacia unos toreros en detrimento de otros. Y, esa búsqueda de reconfortar el espíritu que inconscientemente busca el asentimiento con una forma de torear, comienza en con los que son cantera del arte de Cúchares. Los novilleros, o toreros en ciernes, son el futuro. Y esa es una de las apuestas que, sin aristas ni trampas, debería poner en práctica la totalidad de los empresarios taurinos. Casi por ley.

Ayer, sin genes de la tierra de Almería, con la sustitución a última hora de Juan Carlos Rey por importante cogida con tabaco de dos decenas de centímetros, fue tarde en la que se desaprovecho, en cierta manera la oportunidad de aliviar peldaños en el difícil mundo del toro.

Ya lo decía S.M., El Viti claro, que ser figura del toreo es un milagro. y visto lo de ayer aún más en los que han compuesto la primera tarde de la feria del 2009. La de la crisis en la que están todos los posibles con interés.

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