Tábula rasa

Guillermo / de Jorge

Un mundo idílico

SIN duda alguna, siempre nos hemos dejado seducir. De una manera u otra, nos hemos dejado engañar, para bien o para mal, con la única esperanza que nos contasen aquello que siempre habíamos deseado que nos contaran. Siempre nos sedujo que nos hicieran a nuestra medida ese mundo idílico que siempre habíamos soñado alguna vez. -y si no ha sido así, por lo menos lo han intentado-. Acabando, sin darnos cuenta en los responsables oficiales de nuestras derrotas. Y sin darnos cuenta, nos transformamos en los verdaderos artífices de nuestro naufragio.

Sin duda alguna, alguien ya se apresuró en afirmar que no hay nada mejor que la vanidad y la autocomplacencia -uno de las grandes epidemias del siglo XX y del siglo XXI que se erradica con una simple cura: cultura; aunque supongo que esto último tampoco interesa que se tenga mucho-. Y es que es tan dulce la vanidad; es tan dulce la autocomplacencia, que si por algún momento en este mundo no existiese alguien capaz de autocomplacernos, ya estamos nosotros para hacerlo.

De una manera u otra, hemos aceptado implícitamente que esta sociedad es quien dirige nuestros designios. Nos lo pone todo en bandeja. Nos lo da todo masticado. De una manera u otra, el sistema se preocupa que sus ciudadanos tengan todas sus necesidades básicas cubiertas, para que así no molestemos, para que así nos quedemos sentaditos en un rincón sin incordiar -llegados a este punto, se me viene a la cabeza esa idea que siempre he tenido rondándome la cabeza, donde siempre me ha atormentado la idea de que aquel que hace las leyes, las hace sabiendo que algún día esas él puede acabar siendo ejecutado por las mismas. Y quizás, esa sea una de las razones por las que las leyes y sus consecuencias en esta sociedad donde vivimos nunca serán del gusto del ciudadano, sino de aquel que las propugna: aunque nos hagan creer lo contrario-.

Así pues, tenemos la ensalada perfecta: un ciudadano adormecido y casi noqueado y un hombre de buena fe dispuesto a seguir alimentando esa autocomplacencia que a todos nos gusta y con un letrero que dice: "sírvase usted mismo".

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