Desde la fe

Encarni / Molina

Una nueva Pascua

Hemos disfrutado de una Semana Santa llena de vivencias, emociones y experiencias catequéticas, tanto a través de los oficios celebrados en las parroquias como por las procesiones, que en algunos casos por la inclemencia del tiempo no han podido hacerlo, y por ello tampoco han dejado de tener sus momentos especiales y emotivos. Y lo que no podemos pasar por alto son esos grandes mensajes que Cristo nos ha transmitido durante toda la semana: amor, amor fraterno, sin límites -no seamos tacaños en el amor-, servicio, lavar los pies a los demás y dejarnos lavar, descubrir que en la muerte está la vida, que en la cruz de Cristo se hacen fuertes todas las cruces del mundo.

Y por fin llega la Resurrección de nuestro Señor. Hacía falta para que todo lo celebrado durante este tiempo tuviera realmente sentido. También celebramos nuestra propia resurrección, nuestra existencia se llena de luz y de esperanza y celebramos la Pascua de la Resurrección, cumplimiento de todas nuestras esperanzas y todos nuestros deseos. Es la victoria de la vida, una vida que es amor. Si un amor como el de Cristo hubiera muerto, si lo más puro, lo más santo, lo más generoso, termina con la muerte … ¿qué sentido podría tener la existencia? Quizás nos bastaría tener una buena conducta para ir tirando, pero los cristianos no tendríamos suficiente, necesitaríamos a Cristo, por que si Él ha resucitado, todo se puede esperar.

Lo último no será el dolor o el vacío o la muerte, siempre queda la esperanza y la posibilidad de amar. Todo se puede amar, el amor es el peso y sentido de nuestra vida, el amor hay que gastarlo; y es en la Eucaristía donde nos abrimos a la presencia resucitada de Jesucristo que se hace presente en medio de nosotros. Como sus primeros apóstoles, tendríamos que abrirnos a Él y dejarnos transformar, pero para ello necesitamos experimentar su presencia.

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