República de las Letras

El número de la cabra

La Plaza de Toros almeriense -véase la de Roquetas, si no- necesita una profunda, profundísima reforma

Atoro pasado -nunca mejor dicho- y viéndolos desde la barrera -igual- no hay recinto de espectáculos más incómodo que la Plaza de Toros de Almería. Esto todo el mundo lo sabe. Ni las dos faenas sublimes de Ponce a los cómodos domecqs, ni la bravura franca e inocente de los victorinos, que morían con tanta dignidad, podían hacer olvidar que al término de cada corrida había que volver a vivir el mismo calvario: la bajada a trancas y barrancas, y como cada uno y cada una podía, de los terribles escalones de piedra del incomodísimo tendido. El mismo calvario, por cierto, que al comienzo, cuando para subir a la fila 8 -pongamos- hubo que espatarrarse, guardar el equilibrio, agarrarse a la baranda que separa los tendidos, apoyarse en la gente y subir como se pudiera, cual si fuésemos cada uno y cada una la cabra de aquellos gitanillos nómadas que todas la navidades, a golpes de trompeta y pandereta, le sacaban a la concurrencia unas monedas a costa de la escalada casi increíble del pobre animal por unos destartalados cajones para quedarse en milagroso equilibrio con las cuatro patas sobre un pequeño bote de lata. Así se siente uno cuando entrando por el estrechísimo callejón del vomitorio sale al pasillo de la fila 1 de tendido y mira para arriba, a la 11: ¡¡Buff!! Y eso, por no hablar del acceso de personas con movilidad reducida. Los puristas dirán que siempre ha sido así. Pues eso; ya es hora de cambiarlo. La Plaza de Toros almeriense -véase la de Roquetas, si no- necesita una profunda, profundísima reforma. Sus infames salidas no corresponden a las de un recinto capaz para 8000 espectadores. A todos los recintos de espectáculos se les exige unas salidas de emergencia y unas medidas de seguridad muy estrictas. Me pregunto, pues lo desconozco, si las plazas de toros -sobre todo las que cuentan con más de un siglo de existencia- son objeto de alguna legislación especial en este sentido. Por otra parte, quiero contar cómo una concejala del PP dejaba aparcado su coche particular a las afueras de la plaza, en un lugar prohibido, y eso a pesar de la señalización especial y la presencia de varios policías locales en la zona. ¿Es que el Ayuntamiento, aprovechando que la calle es suya y la policía también, se reserva tramos de vía pública mientras prohíbe el aparcamiento al ciudadano? Caciquismo, se llama eso. Para que luego digan que los toros no son caros.

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