No te olvides de vivir

Tal vez el mejor homenaje que podamos rendirle a la Colombine sea retomar sus textos y compartir su recuerdo

Hoy celebro el centésimo quincuagésimo aniversario del nacimiento de Carmen de Burgos, Colombine, el 10 de diciembre de 1867, en la Plaza Vieja de Almería, según certifican Antonio Sevillano y Anyes Segura, en su imprescindible panegírico (IEA, 2009) sobre esta ilustre fatigadora de incantaciones humanistas, que urgió como nadie a las mujeres sojuzgadas de siempre ?desde la tinta de sus desencantos y el trazo firme de sus convicciones?, a compartir con el hombre obligaciones, sí, pero derechos, también. Una cruzada que inició en 1901, tras su ruptura conyugal y éxodo a Madrid donde afrontó una tarea periodística inédita, al ser la primera redactora profesional de este país, e insólita, por su osadía en los temas que abordó, educativos, políticos, feministas o éticos: un torrente de ideas progresistas para una capital baldía. Su manumisión familiar y su vivencia viajera por Europa, donde se curtió en la lucha por los derechos y la educación de la mujer, nutrieron, como apuntan Antonio y Anyes, su imaginario estético, literario y su ideario vitalista: la mujer necesita conquistar la cultura para colmar sus derechos civiles y políticos. Y a ello dedicó su vida. Y sus cuentos y artículos, y sus tertulias semanales y mecenazgos culturales. Una actitud implicada que ha recreado literariamente la escritora Mar de los Ríos en un hermoso relato, "Seis tardes de otoño" (Arraez, 2017), donde va entretejiendo, tarde a tarde, línea a línea, una visión rescatada entre los fragmentos del espejo roto que nos queda de la gran alegoría que Colombine hizo de su vida. Una vida en la que, tras la vorágine social que la envuelve, adivino, entre la parvedad de su prosa, cruda y esencial, un alma lacerada, una altiva pujanza y un ánimo irreductible de renuevo contra el mundo colonizador del que gozan los hombres, a costa de sus mujeres. Adivino también una raigambre almeriense, ejemplarmente rocosa, ingenuamente traviesa y virtuosamente modelada, o inspirada, por esas ventolinas rodalquileñas, frágiles pero indómitas, que suelen presagiar lunas nuevas y acaban iluminando, más allá de las sierras que las cercan, al resto del país. Tal vez el mejor homenaje que podamos rendirle sea retomar sus textos y compartir cualquier día ?por qué no hoy? con ella, con su recuerdo, el sentido de su compromiso vital, acaso encriptado, como sagazmente sugiere Mar, en aquel lema, tan suyo: no te olvides de vivir.

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