El plagio como forma de vida

Detrás del desastre de la gestión de estos organismos está la presión fiscal que ejerce el Estado

Cuando crearon CEDRO, algo así como una especie de asociación sindical de escritores y editores que pretendían la defensa de los derechos de autor, nadie nos contó que al final sería una maquinaria que terminaría rindiendo pleitesía al sistema. Convirtiéndose en una herramienta más, donde poder canalizar y controlar a esa imagen denostada y triturada llamada autor. Como siempre, el papel lo aguanta todo, y las grandes ideas y los más ambiciosos proyectos suelen quedar perfectamente vestidos. Por lo general, este tipo de empresas viene precedido de una promoción y de unas parafernalias dignas de guión cinematográfico. Acabando la mayoría de las veces como un organismo fantasma dedicado a vivir del trabajo de los demás. Y a los hechos me remito. En la actualidad, el beneficio que se genera por la propiedad intelectual derivado de las publicaciones y otros menesteres -más adelante hablo de ellos-, CEDRO se queda con más del 80% de los beneficios que son destinados para suplir y pagar unas gestiones de un organismo que tiene una casi o nula representación social, artística y literaria.

Detrás del desastre de la gestión de este tipo de organismos está también la presión fiscal que ejerce el Estado, controlando y desviando la mayor la masa económica que genera el canon de los derechos de autor, que de una manera resumida está alimentado por el gravamen que soportan la venta de, por ejemplo, impresoras, faxes, fotocopiadoras, cd´s, máquinas de escribir, ordenadores, etc. Es decir, todos aquellos aparatos electrónicos susceptibles de copiar propiedad intelectual. A esto hay que sumarle la gestión del canon que las bibliotecas públicas están obligadas a pagar por Ley. A esto se le suma la poca capacidad que tienen a la hora de reclamar los derechos y los plagios de autores a nivel internacional. En estos últimos meses ha proliferado la utilización de material literario ajeno por escritores que han ganado o han sido galardonados con premios, a pesar que las obras no les pertenecían. Quedan inconclusas muchas cuestiones que atañen y que siguen obligando a los escritores y a los artistas a seguir viviendo de la mendicidad y dentro de un sistema cicatero que maltrata por acción u omisión a su garante cultural. El único patrimonio que no sabe de ideologías ni de servidumbres. Quizás, de ahí el malestar o la incompetencia de algunos de no alimentar a unos señores que no se venden ni se compran. Y que actúan por principios y valores.

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