El poder y el máster

La revolución, al final, será un gesto, un decir basta, de todos aquellos hartos del dedazo y enchufismo

En tiempos de elogio de la igualdad y mérito, la mejor demostración de poder es situarte por encima de esas palabras como si para ti no significaran nada. ¿De qué manera? Logrando lo que no necesitas, que te es superfluo, y a otros cuesta sacrificio. A ti no. Simplemente lo quieres, y lo tienes. Te dices: en este folio casi en blanco que es mi curriculum quedaría bien un master en derecho autonómico. No se hable más. Si, encima, has sido funcionaria de esa misma Universidad, un hormigueo satisfecho debe recorrer tu espalda. Ante usted se inclina un rector, varios profesores y administrativos felices con fotografiarse con usted. Porque, de ser cierto lo del master de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, es indudable que no lo necesitaba. Tal vez, para que algún votante previamente convencido lo lea y se diga, vaya elegí bien. La evolución lógica de la formación en política -no de todos, claro, generalizar es injusto- ha evolucionado de licenciados en "tiene estudios de", una titulación exclusiva de este área y de la que se abusó en exceso, a los master. Se ha formado una burbuja de master en política. Tampoco uno cualquiera, no pase como al candidato popular a ser presidente autonómico andaluz que tenía un master de oro del Real Fórum de Alta Dirección, que resultó no era un master universitario sino un premio. Ya digo, no necesitaba esa titulación. En política el conocimiento sigue al nombramiento. Una vez nombrado ya sabes de todo y por ti mismo, no porque te lo explique algún asesor. De los asesores es de quien menos te puedes fiar. Entre ellos suele estar aquel que te ha de sustituir. Y bien, esto nos debería ofender que si lo hace por necesidad. La sociedad de los iguales a la que aspiramos, se ahoga en el enchufismo. Mérito es una palabra malsonante, próxima al concepto de estupidez. ¿Quién necesita esfuerzo teniendo padrino? El clientelismo es norma. No me extrañaría que, de ser cierto lo del master de Cifuentes, la idea no habría salido ni de ella. Un no te preocupes, yo te lo soluciono. La ilusión del pobre, dar algo al que más tiene. Quién sabe, quizás algún día me lo devuelva. Nunca lo devuelve, por eso es poderoso. La revolución, al final, será un gesto, un decir basta, de todos aquellos hartos del dedazo, del enchufismo y de lo que Shakespeare llamó los siervos respetuosos ante el poderoso y fuertes ante el débil.

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