DESPUÉS del esperpento vivido el pasado domingo en el Mediterráneo, con sólo 11.000 personas para presenciar un Almería-Real Madrid, yo pensé que el presidente Alfonso García recapacitaría y se replantearía su política de precios para abonos y entradas. Esto habría sido lo más normal, entonar el mea culpa y, como deferencia hacia sus pocos, pero buenos, fieles, eliminar el segundo día del club que será en la segunda vuelta ante el Barcelona.

Sin embargo, el dueño del Almería sigue sin dar su brazo a torcer e insiste en sus quejas hacia el poco respaldo que tiene el club en esta ciudad. "No esperaba que se hubiera llenado, pero por lo menos unos 17.000 ó 18.000 si pensaba haber tenido. Prácticamente han venido los abonados y muy poca más gente; esto es lo que tenemos en Almería. Con eso, traer jugadores importantes, de ahora en adelante más difícil lo vamos a tener", explicaba esta semana Alfonso García en el Diario AS.

Dice el presidente que los 11.000 del otro día "es lo que tenemos". ¿Y que más quiere? En cualquier ciudad del mundo el respaldo, con esos precios, sería igual o inferior. Basta ya de decir que en Almería no hay afición al fútbol, porque eso no es verdad. Con sólo darse una vuelta por los bares, uno puede comprobar el calado que tiene el deporte rey entre los almerienses. Almería es una ciudad, y provincia, muy futbolera, pero no a cualquier precio.

A mí me parece perfecto que Alfonso García, como propietario de la Unión Deportiva Almería, haga con el club lo que le venga en gana, pero lo que sí le pido es RESPETO a sus aficionados. Tanto a los que pagan religiosamente sus abonos y entradas, como los que no pueden y también sufren y disfrutan con los partidos del Almería. Aquí sí que hay afición al fútbol y, con unos precios más razonables, el Estadio se habría quedado tan pequeño como se quedó el palco de autoridades frente al Madrid. Presidente, recapacite...