Tres puntadas con hilo

La brutalidad es la propuesta de quienes desobedecen el orden legal, creyéndose por encima del estado de derecho

1: EN Cataluña se ha votado hasta treinta y cinco veces seguidas en los últimos cuarenta años, una vez tras otra, y sobre todos los asuntos que las autoridades estatales, europeas, autonómicas y municipales han debido o creído oportuno celebrar. Las últimas, concretamente las de 2012 y 2015, se convocaron por el entonces Presidente de la Generalidad, Artur Mas, apelando ostentosamente a su carácter plebiscitario independentista. En la de noviembre de 2012, reclamó una "mayoría excepcional", e hizo el ridículo al perder CIU casi un tercio de sus escaños. En la segunda, la de septiembre de 2015, también apeló al propósito, explícito, de que el llamado pueblo catalán refrendara la independencia de Cataluña, después que el T. Constitucional hubiera declarado inconstitucional celebrar un referéndum. El propio A. Mas calificó aquellas elecciones como la "consulta definitiva". Y también las perdió. Los partidos soberanistas obtuvieron en 2015, menos votos (48%) que los opuestos a la independencia (52%). El hecho de que a pesar de ello lograran más escaños, no es sino una evidente disfunción del sistema democrático, a corregir.

2: Según el ranking de la Economist Intelligence Unit, en 2014, titulado Democracy Index: Democracy under Stress, que cita el catedrático de la Universidad de Barcelona Jesús M. De Miguel en un estudio publicado por el INAP, (2016), España se sitúa en el número 21º de las democracias del mundo, de un total de 167 regímenes evaluados, lo que permite al eminente profesor, y a cualquier observador imparcial, calificar como alto el nivel democrático español. Máxime si se pondera con otros datos del mismo estudio, como que el Reino Unido ocupa el puesto 20º, o sea solo uno por delante de España y que Francia ocupa el puesto 32º, o sea por detrás de este país tan infundadamente acomplejado.

3: Confundir fuerza con brutalidad es pura necedad. La fuerza, la única fuerza legítima, es la que los ciudadanos requerimos de los Agentes judiciales y policiales para que protejan las vidas, el honor y las haciendas. La brutalidad es la propuesta de quienes desobedecen el orden legal, creyéndose por encima del estado de derecho; incluidos quienes ocupan espacios públicos, masiva y calculadamente desafiante, en su falsa mansedumbre, para imponer sus criterios al conjunto social. Con ellos quiebra la regla de oro del diálogo: imponen hablar solo de cómo independizarse.

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