El puzzle

Nuestra historia es un continuo armar y desarmar un puzzle que no termina de encontrar estructura definitiva

Lo que estamos viviendo me anima a recordar algunas de las enseñanzas que recibí hace ya bastantes años, cuando cursaba el PREU, en las clases de historia. Fueron unas consideraciones en torno a la Edad Moderna que no terminaba de entender. Me hablaban de la existencia de fuerzas centrífugas y de otras centrípetas que tensionaban la política de la época. Repito que, estando en aquella España que nos definían en otros ámbitos como una "unidad de destino en lo universal", yo no entendía que pudieran pasar esas cosas. Sin embargo, viviendo en la actualidad esas mismas tensiones, retomo las reflexiones de entonces que, de alguna forma, me hacen pensar sobre la historia. Si repasamos nuestros conocimientos más o menos superficiales de historia nos daremos cuenta que no es nada nuevo lo que vivimos. Nuestra historia, y también la de otras muchas sociedades, es una continuo tejer y destejer, un continuo armar y desarmar un puzzle que no termina de encontrar una estructura definitiva.

Las piezas se unen y se disgregan, tal vez controladas por fuerzas ajenas o extrañas. Hay dos posicione extremas. Y da la impresión de que, sea cual sea el estado de unión o disgregación, siempre hay un sentir de insatisfacción en la otra parte que refuerza el sentimiento de los que se oponen al status quo. Cuando predomina el aislamiento de las partes, parece que se echan en falta los beneficios de la armonía. Y a la inversa, ante las formaciones unitarias, parece que se añoran las peculiaridades y se busca potenciar el desarrollo de las propias capacidades. Cualquiera diría que no hay forma de ponerse de acuerdo sobre cuál de las dos situaciones es preferible. No creo necesario decir que estamos en período de desmembración, tanto en España como en Europa. Es lo que estamos conociendo como el desarrollo de los nacionalismos.

Entre alabanzas y exabruptos ante el proceso nos encontramos o claramente posicionados o confusos. Los argumentos se nos repiten una y otra vez por parte de los dos extremos. Y, si posicionados, reforzamos nuestras convicciones leyendo u oyendo solo a los "nuestros". Y, si confusos, bastante incapaces de valorar de modo objetivo lo que dicen unos y otros. Todo es demasiado subjetivo. Parece ser incluso excesivamente irracional. Y donde mandan las pasiones se obnubila el cerebro y los argumentos racionales se van por el sumidero. Aunque sea primeros de año me siento francamente pesimista.

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