Lo aprendí de...

Carmen Crespo

El referéndum

Cuando aún resuenan las notas del himno andaluz por la conmemoración de nuestra autonomía en un año en el que vamos a celebrar el 40 aniversario de nuestra Constitución y las primeras elecciones andaluzas, una no puede evitar reflexionar y hacer balance de lo que ha significado ese autogobierno que no ha estado, quizás, a la altura de los grandes retos y aspiraciones de aquellos andaluces votaron el referéndum. Cierto es que la Constitución y nuestro Estatuto nos ha ayudado a progresar, a fortalecer nuestra identidad y a entender que ninguna comunidad debe ser ni más ni menos que otra. Iniciamos una autonomía que ha tenido su cara y su cruz. Hay que destacar que han sido los andaluces los que le han otorgado potencial a esta tierra para llegar a ese futuro que es hoy. Crucial fue la entrada de España a Europa en 1986, ésta influyó positivamente a la vertebración de Andalucía con la mejora de sus infraestructuras, la llegada de la alta velocidad y la incorporación de innovación al sector agroalimentario e industrial a través de los fondos europeos. Durante estos años conseguimos ser referente turístico y ponernos a la cabeza en el sector aeroespacial o agrícola.

Treinta y ocho años después, siguen sin resolverse los problemas del paro, déficit educativo, sanitario... Hoy la tasa de paro se sitúa en el 24,4%. El ejecutivo andaluz no ha aprovechado ni gestionado, como debiera, fondos europeos destinados a la formación o creación de empleo. Hablar de los temas que nos preocupan, de hacia dónde vamos, cómo vamos a actuar y cuáles son las prioridades que tiene nuestra tierra. A pesar de contar con un gran potencial, sectores productivos fuertes y un carácter emprendedor en su ADN, Andalucía no acaba de despegar, siendo el escollo el actual gobierno andaluz. Necesitamos un gobierno cercano, decidido y, cien por cien, centrado en Andalucía, capaz de liderar el cambio de rumbo y sacar provecho a ese potencial. No podemos seguir con un ejecutivo que utiliza más de lo que debiera la confrontación. Si en una época fue la deuda histórica ahora es la financiación autonómica. Es cierto que el modelo actual precisa modificaciones considerables, pero no comparto ese ímpetu de abrir una lucha política recurrente basada en el victimismo o la identidad. El diálogo debe abrirse camino para buscar el consenso y de ello debíamos hablar en el Día de Andalucía, pues aún sintiéndome orgullosa de mi acento y mis raíces, creo que hay que trabajar, más que allá de la propia identidad, por el futuro de los andaluces. Hay que gestionar de forma eficiente los fondos de las políticas activas de empleo, las inversiones para reforzar el maltrecho sistema sanitario y educativo. Éste es el verdadero talón de Aquiles que deja en evidencia que Andalucía no está convergiendo al mismo ritmo. El 28-F no es sólo un día de fiesta o de orgullo andaluz, sino un día en el que todos nos marquemos nuevos retos, compromisos y proyectos para que Andalucía sea un lugar mejor.

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