La corona de la reina

Silvia Segura

El reloj del tiempo

FACHADAS de cortijos blanqueadas, vestidas con coloridos mantones para dar la bienvenida al "Apóstol de la primavera". Cada 25 de abril, San Marcos corretea por la Rambla macaelera entre vitores, aplausos y flores silvestres. Junto a la chimenea, pretendía avivar el fuego con un recorte de cartón. Abanicando firmemente prendía las bojas secas que entresalían por los robustos troncos ya consumados, transformados por las llamas en fulgurantes ascuas enrojecidas. Una bolsa de harina presidía el tablero de mármol, erguido sobre cuatro endebles patas de madera. Remangó su camisa oscura, sujetó el mandil y esparció el polvo de trigo, sazonándolo con bicarbonato y una pizca de sal. Amasó las tortas valiéndose de un vaso que hacía las veces de rodillo, obsequio de la popular marca de cacao, azúcar y avellanas, lejos del afamado y transparente cristal de bohemia. En una sartén, aceite hirviendo, más cantidad de girasol que de oliva para que no se ablanden; en un cazo, el chocolate se deshacía en leche caliente. Ya no son los cortijos de antaño, ni los San Marcos de entonces, suspiraba mientras le ofrecía una de las pastas recién hechas. Como pasa el tiempo, contestó con voz apagada, mientras retiraba su pelo canoso de la frente. Tempus fugit…transcurrir de abstracción, implacable, reversible e irreversible al unísono. Ni el pasado existe ya ni el futuro todavía. Todo está sometido a su efecto. La noche, el día, verano, invierno, ahora, nunca, siempre, mañana, después. Todo es tiempo. Pero, qué es el tiempo. El más grande de los padres de la Iglesia, San Agustín, afirmaba que si nadie se lo preguntaba, lo sabía, pero si alguien lo hacía, no sabía responder. En la mitología griega, el gran Saturno, devorador de sus propios hijos, lo simbolizaba portando una hoz en la mano como ejemplo de destrucción. Platón lo identificaba con la eternidad, Aristóteles con el alma. Del pasado solo nos cabe aprender, del futuro, esperar. Devenir que interrelaciona la trilogía: pasado, presente y futuro. Visión o atención, memoria, expectación o espera. Orden de prioridades. El tiempo es uno mismo, el camino que hay detrás de cada cual. La vida que te toca en suerte se alimenta de cada uno de los momentos que conforman la propia existencia. Hay quienes devoran su camino, lo engullen y lo beben de un solo trago; otros, lo degustan y lo mantienen en el paladar deleitándose con la aleación de sabores; y están, quienes no disfrutan del banquete, ni tan si quiera son comensales, no caminan, la vida los rebasa, su tiempo se desvanece deambulando libre por el mundo como sombras fantasmales, y caminando hacia él, pierden con la arena del camino, su propio tiempo. Sin apartar los ojos del fuego masticó una y otra vez, sorbió la taza que contenía el chocolate, ya templado, y digirió, suavemente, sabedor que ya le restaba menos tiempo que minutos antes.

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