TRAS seis años de obligada ausencia, Natalia volvió de tierras lejanas. Con las primeras vistas de su ciudad se sintió confusa. Su equipaje rebosaba miedo y soledad. Buscó de entre sus viejos amigos comprensión por su precipitada huída, pero las mentiras de su enemigo habían desdibujado lo ocurrido hasta hacer creer a todos que su marcha se debió a un mero capricho, al abandono de una vida burguesa y aburrida para ella. Su silencio se había vuelto en su contra, y ahora se apercibía de ello con evidente pavor. Seguía sola, aún más que antes. Su maltratador había sometido incluso su credibilidad. Vislumbró que todo tiene su momento, y el suyo fue seis años atrás, cuando debió denunciar las agresiones que aquel cerdo le infligía bajo el encubrimiento de la privacidad de un hogar y unas paredes sordas. Pensó huir de nuevo, pero resolvió quedarse y afrontar.
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