LA TRiBUNA

Andrés Sánchez Picón

¿Nos sobra el tren?

OCHENTA y cinco, a ochenta y cinco kilómetros asciende la dotación ferroviaria de la provincia de Almería. Si la cifra en términos absolutos resulta deprimente, en términos relativos (teniendo en cuenta la población o la superficie provincial) nos sitúa a la cola de España. Además, estamos en el peor momento de nuestra centenaria historia ferroviaria. La desaparición de equipamientos ferroviarios en Almería ha sido impresionante en el último medio siglo, hasta el punto de que hoy "disfrutamos" de una red con una extensión que no alcanza ni el 50 por 100 de la que existía hace un siglo, mientras que se han desactivado varios servicios del único trazado superviviente (expreso nocturno, Barcelona, etc.). A la cortedad se le añade la mala calidad. La velocidad comercial de los trenes que circulan por la provincia (con apenas 83 km/hora entre la capital y Madrid) es, según datos que me aporta una autoridad en la materia, la más baja del país. Sólo en las tarifas, mira tú qué bien, nos situamos en la media nacional (0,071 euros por kilómetro, por encima del precio que abonan los viajeros que embarcan, por ejemplo, en Coruña, Jaén, Cáceres y Badajoz, todos con mejores prestaciones). En resumen, lento y caro, el servicio ferroviario resulta disuasorio y penaliza al usuario que no tiene mejor alternativa. Hemos heredado un trazado diseñado y ejecutado a finales del siglo XIX, íntimamente vinculado a la demanda de transporte de aquel tiempo (minerales), pero que hoy resulta obsoleto y poco eficiente, y que ha terminado arrumbado, además, en la segunda mitad del siglo XX por la carretera.

Bueno, ¿y qué? ¿Hay motivos para la preocupación?

La escasa respuesta social y política abona la impresión de que el deterioro ferroviario en Almería resulta irrelevante y marginal. La encomiable tarea reivindicativa de la Asociación de Amigos del Ferrocarril encuentra un eco insuficiente. Pocas voces claman en este desierto ferroviario y estamos muy lejos de aquel gesto de 1912, cuando la ciudad entera, con el Ayuntamiento, Diputación, Círculo Mercantil y Cámara de Comercio al frente, protagonizara una jornada de paro en protesta por el mal servicio ferroviario que prestaba aquella compañía concesionaria de capital francés (todavía no se había nacionalizado la red) que respondía a la razón social "Caminos de Hierro del Sur de España".

Desde entonces hasta hoy, el tren ha ido incrementando su insignificancia. La disminución del tonelaje transportado ha alcanzado su ápice en los últimos veinte años, tras la clausura de la línea del Almanzora en 1985 y el cierre de las minas de Alquife en 1997. Los trenes que atraviesan la provincia han pasado de un trasiego de unos tres millones de toneladas al año a principios de los noventa (casi todo mineral de hierro), a esos pocos miles que cargan anualmente en lo que llevamos de siglo.

El milagro económico almeriense, sostenido en la agricultura intensiva, el turismo y el mármol, no ha circulado por raíles, sino que se ha movido con camiones o aviones, por lo que cabe intuir que la escasa infraestructura ferroviaria no ha penalizado hasta ahora el crecimiento económico provincial. Las mejoras en las redes de transporte por carretera y la motorización de la sociedad almeriense desde hace treinta años (hasta el punto que hoy exhibimos las más altas tasas de automóviles por habitante en España) han permitido superar el aislamiento y proyectar una imagen de mejora de la accesibilidad.

¿Seguirá siendo así en el futuro? La nueva política de movilidad y transporte en España y la Unión Europea trata de primar sistemas de transporte más sostenibles entre los que el ferrocarril va a tener un papel estelar. Un amplio abanico de motivos soplan las velas de este nuevo ciclo de expansión ferroviaria: la mejora de la movilidad en las ciudades y las áreas metropolitanas (tranvías y cercanías), la reducción de las emisiones de CO2, la disminución de la siniestralidad en la carretera… Quizás en un futuro inmediato no podamos seguir por la senda del desarrollo sin el tren, y la falta de integración en las nuevas redes que se dibujan en Europa erosionará nuestra capacidad de competir y crecer económicamente.

En los últimos meses se han inaugurado trazados de alta velocidad dentro y fuera de Andalucía. Mientras tanto los proyectos para Almería, por fin puestos en pie por el gobierno central y la Junta de Andalucía (conexión AVE), avanzan, sin embargo, con lentitud. La superación de nuestro aislamiento ferroviario merecería otro ritmo; de lo contrario, me temo que pronto comenzaremos a pagar (quizás ya lo estemos haciendo) una elevada factura.

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