DICEN que Felipe González dijo que la mejor cualidad de José Luis Rodríguez Zapatero era que tenía buena suerte. Claro que sólo con eso no se pueden explicar sus innegables éxitos políticos, primero haciéndose con el PSOE desde la casi irrelevancia interna y después ganando dos elecciones generales consecutivas.

La suerte hay que trabajársela para que produzca los frutos ambicionados. Zapatero se la trabajó a fondo en su primera legislatura, rectificando en su último tramo los graves errores cometidos en los primeros (terrorismo, política territorial) y aprovechando los tiempos bonancibles de la economía, que ayudan mucho a configurar la voluntad de los ciudadanos.

Uno de sus mejores trabajos ha consistido en la exitosa operación de maquillaje de la crisis económica que se veía venir desde el verano de 2007. Tan bien maquillada ha estado que incluso hoy siguen hablando de desaceleración y no de crisis. Ante las sugerencias de que adelantase las elecciones al otoño pasado a fin de ocultar los perfiles más sombríos de la situación económica, ZP respondió con una alternativa más inteligente, aunque tramposa: neguemos la mayor. Como los datos más funestos de la crisis aún están lejos, digamos que esto es una coyuntura aciaga, una mera consecuencia de la crisis de las hipotecas USA, que se diluirá poco a poco y sin quebrantos mayores. Estamos preparados, nuestras saneadas cuentas públicas lo aguantarán todo.

Cuando los españoles están comprendiendo que era una mentira nada piadosa es ya demasiado tarde. Las elecciones pasaron, Zapatero fue ratificado y desde hace un par de meses nos desayunamos con un dato económico peor que el de ayer, pero mejor que el de mañana. Vamos batiendo récords, en la (no) venta de pisos y en la subida del petróleo, en la parálisis de la construcción y en la caída del consumo, en el aumento de precios y en la liquidación del superávit. Y comprobamos lo que los analistas económicos más solventes advertían: la economía española crece a un ritmo mayor que ninguna del orbe occidental durante las etapas alcistas, pero resiste peor que casi ninguna las crisis, a causa de su dependencia de la construcción y los servicios, las carencias en competitividad y la opacidad de algunos mercados relevantes.

En fin, lo aprendemos ahora, y no precisamente por la vía teórica. Zapatero ha tenido suerte, sí, pero la ha cultivado. Y si se debilitara su afán de aprovechar lo fortuito o el embeleco corriera el peligro de desvelarse al público, para eso está el Partido Popular, que hoy por hoy es el mejor agente electoral de Zapatero.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios