CON Manuel Falces se ha ido una mente portentosa, acaso de las más lúcidas, visionarias y posicionadas de la Cultura almeriense en toda su historia. Soñador infatigable, la materialización de proyectos fotográficos, suyos y de los demás, fue su seña de identidad.

Mi pasión por el mundo de la fotografía, como arte de altura, es relativamente reciente. Al principio, he de reconocerlo, no conecté de inmediato con sus imágenes, al estar deslumbrado, todavía, por la gran fotografía documentalista. Pero pronto descubrí las fragancias de una poética sutilísima, cambiante y reveladora. Unas profundas atmósferas, inquietantes y evocadoras, con ocasiones proclives al humor y la cita ingeniosa. Manolo deja una vasta obra, pese a la brevedad de su existencia creativa; y una deslumbrante bibliografía, ramillete de publicaciones, algunas de las cuales son ya hito de la fotografía española contemporánea. En ellas, siempre con el aporte talentoso de su esposa, el diseño de las páginas propiciaba el marco idóneo para la transmisión de la idea, del discurso del artífice, desde la mente y el disparo de la cámara hasta el papel impreso. De su galería de imágenes, siempre con una elevada calidad, sobresalen unas cuantas obras maestras localizadas en "Contrapunto mediterráneo", "El tránsito", "Habitación secreta" y , sobre todo, la trilogía realizada en unión con Valente, De ellas, destaca muy especialmente "Para siempre, la sombra", que muestra al fotógrafo en su mayor altura e inquietud. Manolo se alimentó con intensidad de la poesía y de su inabarcable poder de sugerencia, llegando a escribir sobre la misma fotografía la cita literaria que le obsesionaba, integrando así palabra e imagen.

Mi relación con él se circunscribe a estos últimos años de fatiga y salud precaria, lo que no impidió una sincera amistad, cariñosa y entrañable, de mutua admiración. Yo viví con relativa cercanía sus tiempos postreros en el CAF, el centro que había parido con tanta entrega y dedicación; tiempos de inquietud y sinsabores. Dos de las últimas exposiciones que realizó el centro se expusieron en nuestro museo de Olula. Quizás la Consejería de Cultura no estuvo a la altura de las circunstancias en el momento de su relevo; a Manolo se le debe un gran reconocimiento como padre y gestor de un centro que ha sido referente gracias a la política que él empleó; exposiciones de altísimo nivel y acuerdos con los fotógrafos para la donación o adquisición de la obra, lo que ha motivado la existencia de unas colecciones, en Almería, absolutamente espectaculares.

Como teórico e intelectual del hecho fotográfico, publicó con asiduidad sus posturas en el diario el País, en las que, igualmente, se mostró un precursor y visionario. Entre otras cosas, vaticinó la defunción de la imagen analógica mucho antes de que empezara a hablarse de lo digital; su talante vanguardista le permitió siempre ir en primera línea de despegue, aunque muchas de sus tesis causaran cierto malestar en algunos o fuesen contracorriente.

Yo, que he tenido la suerte de conocerlo, lo imagino ya en sus otros mundos de ensoñación y poesía. Mundos espectrales que, para muchos, son posteriores al tránsito. Mundos que, con tanta intensidad, el supo intuir con la cámara.

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