Si bien es verdad que estamos experimentando una recuperación del empleo atípica, es innegable que los efectos en el ciudadano de a pie son reales. Torpes, toscos, insípidos, pero palpables. A tientas, a borbotones, pero verídicos. Estamos mejor que hace tres o cuatro años. Sí, es cierto. Pero dejándonos la piel. Mendigando una plaza de trabajo, prostituyendo la poca dignidad proletaria que aún nos queda. Algunos dirán que por lo menos comemos. Y yo pienso que los presos, comen. Que los animales, comen. Que los perros del amo, comen. Que todos comemos. Incluso, los lobos también comen. En tan sólo unos años, el desempleo ha bajado diez puntos, nos dictan. Quizás, no es el trabajo de nuestros sueños, pero como dije con anterioridad y alevosía, por lo menos comemos. Las señales son buenas, nos repiten. Y sí, no lo voy a negar. Son magníficas. Los indultos van a buen ritmo, las élites se sanean, pagan lo pactado y huyen. Los señoritos se comportan bien -es un alivio- y salen de la cárcel. Muchos de ellos reflexionan, qué menos, más tranquilos nos quedamos. El de los bigotes, dicen que tiene ganas de ausentarse por razones de fuerza mayor -ya era hora, murmullo, utilizar las instalaciones del recluso para enseñarnos lo único que siempre ha sabido hacer. Y Spielberg busca actores que hablen español -menos mal, una bocanada de aire puro, por fin, apresuro. Muchos profesionales y expertos en la materia advierten que por fin hemos aprendido. Que ahora exportamos más que antes, que en estos momentos ya sí se nos ven los andares y que al final este tipo de detalles son los que realmente importan. Es verdad que es más inestable, que apenas ganamos un par de duros, pero venimos de una situación en la que nos hemos acostumbrado a los buenos sueldos, incluso a sus derechos laborales. Algunos incluso se atreven a decir que los desahucios han sido producto de nuestra imaginación. Qué cosas, farfullo. Quien dijo eso, es evidente, que no tiene padre, ni madre. No le hace falta. Va sobrado. El sólo se sostiene. O, mejor dicho, a lo que me refiero, querido lector, y quiero decir es que gracias a sus prejubilaciones se puede permitir el gusto de contestar con este tipo de formalidades y salir impasible al paso de los cadáveres, sobre los resquicios y los restos de nuestros muertos. Algo, sin duda, ha cambiado en el sistema económico español. No sabemos a ciencia cierta qué es, pero lo notamos, lo sentimos, ahí viene, decimos. Lo presagiamos, argumentamos.

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