El callejón del gato

El virus nacionalista

El nacionalismo generado en Cataluña adoctrinando a la población supera los límites de la racionalidad

He visto nacer y expandirse ante mis propios ojos las grandes ideologías de masas: el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo en Rusia y, sobre todo, el peor de todas las pestes: el nacionalismo, que envenena la flor de nuestra cultura europea". Son palabras de Stefan Zweig escritas en el prefacio de "El mundo de ayer" una obra autobiográfica subtitulada "Memorias de un europeo" donde nos narra con mano maestra los giros que estremecieron la Europa del siglo XX entre las dos guerras mundiales. Cualquiera de las mencionadas ideologías de masas, el fascismo, el nacionalsocialismo o el bolchevismo, salvo algunos ramalazos extravagantes y nostálgicos, están superadas en el continente y, mientras que en sus tiempos de gloria se exhibían con orgullo, hoy son condenadas sin paliativos. Llamar fascista o naci a alguien se considera como el peor de los insultos. Sin embargo el nacionalismo se mantiene vigente en algunas comunidades, y sus fieles se declaran nacionalistas sin complejo y hacen exaltación de su "nación" atribuyendo a un territorio una identidad propia por encima de cualquier otro interés. La nación ante todo. Lo que quiere decir que, si examinamos cualquiera de las ideologías citadas, su principal fundamento fue precisamente el nacionalismo. No tiene nada de extraño que la Comunidad Europea, que se ha construido sobre la base de tratados internacionales, venciendo cualquier movimiento de los que convulsionaron Europa en el pasado siglo, vea con recelo el resurgir de un brote nacionalista que haga peligrar la estabilidad que se ha conseguido abriendo fronteras y estableciendo una permeabilidad entre los estados que la componen sin fanatismos patrióticos. Hoy, por fin, gozamos de una Europa que ha sido añorada por muchos europeístas desde hace siglos, donde el nacionalismo no tiene cabida. El nacionalismo que se ha generado en Cataluña adoctrinando a la población- por más que lo nieguen sus promotores - supera los límites de la racionalidad y hace posible situaciones que no cabrían en cabeza humana. Para que Marta Ferrusola, de comunión diaria y mensajera del convento a la banca andorrana, y Ana Gabriel, lideresa de los movimientos ocupa, hagan causa común, es necesaria una dosis de fanatismo patriótico de muchos quilates. Esa Cataluña independiente con la que sueñan los nacionalistas catalanes, es como un virus contagioso al que Europa le ha cerrado las puertas.

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