Un Rey por y para la Constitución

En su discurso de apertura de las Cortes, el Rey hizo especial hincapié en la cohesión social y la regeneración de la vida pública

Durante los últimos meses de complicadas y frustrantes negociaciones entre partidos, surgieron voces que aconsejaron al rey Felipe VI tomar una actitud más intervencionista en cuestiones políticas para salvar la difícil situación del país. El actual Monarca, según estas personas, debía seguir el ejemplo de su padre, el rey emérito Juan Carlos I, en los primeros años de la Transición, obviando que a partir de la aprobación de la Constitución de 1978 el papel del Rey es el de arbitrar y moderar el funcionamiento de las instituciones, nunca el de intervenir en la lucha partidaria. Como no podía ser de otra forma, Felipe VI -un Rey de amplia formación y ánimo templado- no hizo ningún caso a estos cantos de sirena y se limitó a respetar escrupulosamente su papel constitucional, dejando bien claro que no será precisamente él el que ignore las leyes fundamentales del Estado, la base de nuestra convivencia.

Ahora bien, una cosa es no intervenir en la trifulca partidaria y otra bien distinta desentenderse de los problemas del país. Con su discurso de ayer, pronunciado con motivo de la solemne inauguración de la XII Legislatura, el Rey demostró a todos que tiene las ideas claras y un criterio firme sobre las debilidades y fortalezas de España. Más allá de hacer un discurso protocolario y frío, el Monarca hizo un recorrido por los muchos problemas del país y animó a Gobierno, senadores y diputados a superarlos para alcanzar, fundamentalmente, dos objetivos: aumentar la cohesión social -cuya ruptura supondría un aumento peligroso de los conflictos- y la regeneración de la vida pública, que se ha degradado en los últimos tiempos debido a la corrupción.

Felipe VI, además, tocó temas complicados como el órdago secesionista catalán, recordándole a los gobernantes de la Generalitat que "el respeto y observancia de la ley y de las decisiones de los tribunales constituye una garantía esencial de la democracia". Eso sí, también le indicó al Gobierno que "el diálogo y el entendimiento son exigencias de cualquier régimen de libertades".

El Rey alabó especialmente la generosidad y la responsabilidad demostrada por la mayoría de los partidos para poder superar la crisis de gobernabilidad planteada en el país en el último año y tuvo un recuerdo para los desempleados, especialmente para los más jóvenes.

En general, con su discurso, el Monarca demostró que es un Rey por y para la Constitución y que los atajos no son propios de la más alta dignidad del Estado. Tenemos el Rey que España necesita.

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