El desastre de Aznalcóllar 20 años después

Andalucía necesita que se reabra la mina de Aznalcóllar, pero con la garantía de que no se vuelva a repetir el desastre de 1998

Hoy se cumplen 20 años del llamado desastre de Aznalcóllar, el que quizás sea, junto al Prestige, la peor catástrofe medioambiental de la historia reciente de España. El 25 de abril de 1998, los andaluces se despertaron con la terrible noticia de que se había roto la balsa de residuos de la mina, vertiendo al río Guadiamar millones de toneladas de lodos tóxicos que avanzaban sin freno hacia el Parque Nacional de Doñana. Nunca este enclave, uno de los parajes naturales más importantes de Europa, estuvo tan amenazado como durante esos días de la primavera y el verano de 1998.

Lo más importante es que, veinte años después del desastre, Doñana, pese a las muchas amenazas que la cercan, sigue siendo ese paraíso del que andaluces y españoles podemos seguir sintiéndonos orgullosos. Con todos los peros que se quiera y pese a las inevitables críticas que se puedan dirigir hacia los responsables de la Junta y el Gobierno central, podemos decir que la respuesta de las administraciones fue la adecuada. En un esfuerzo titánico, miles de camiones estuvieron durante meses retirando lodos tóxicos y trabajando en la regeneración de la zona afectada, resultado de lo cual fue el conocido hoy como corredor verde del Guadiamar, la herencia más positiva de aquellos aciagos días. Sin embargo, no son pocas las voces de científicos y ecologistas que avisan de que, aunque los niveles de contaminación son hoy tolerables, estos terrenos tardarán mucho tiempo en volver a la situación anterior al desastre.

Eso no debe llevarnos al pesimismo o a la pretensión de impedir para siempre la actividad minera en la zona. La economía andaluza necesita de esta industria y la próxima apertura de la mina de los Frailes por la multinacional Grupo México-Minorbis es una buena noticia. Eso sí, la Junta debe garantizar que nunca se volverá a repetir un desastre como el de 1998 y controlar a rajatabla la calidad medioambiental de la explotación.

Especialmente llamativo y amargo resulta que la multinacional que explotaba la antigua mina, la sueca Boliden, jamás respondió por el desastre y nunca aportó un solo euro para colaborar con los trabajos de regeneración del Guadiamar, pese a que la Junta, que se gastó 163 millones de euros, le reclama unos 89 millones. La minería necesita empresas responsables medioambiental y socialmente con su entorno. Lo contrario es jugar a la ruleta rusa, como bien se vio aquel 25 de abril de 1998.

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