Tribuna

Alfonso Berlanga

Responsable del área de Cultura de la Agrupación Socialista

La cultura en Almería

¿Por qué el Teatro Apolo no puede dar cabida a un Centro de jóvenes creadores que canalice tanto talento como hay en esta ciudad?

Eugio Eugio

Eugio

Cuando hablamos de cultura, generalmente, pensamos en leer libros, visitar museos, ir al teatro o asistir a una conferencia y, además, solemos identificar que la cultura es patrimonio de los poderes públicos. Lo cierto es que el término cultura es algo más que parece que olvidamos o no valoramos suficientemente y es que cultura, por encima de todo, significa ciudadanía; es decir, la cultura nos hace mejores y, especialmente, más responsables. De ahí que el Partido socialista, entre las Resoluciones de su 39 Congreso, celebrado hace poco, sitúe la cultura como "eje de país, derecho fundamental y motor de desarrollo, nos dota de humanidad y nos trasforma en seres sociales y políticos y es un presupuesto para el desarrollo de la ciudadanía plena"; es decir, una concepción de la cultura que nos ayude a comprender el mundo y a hacernos éticamente mejores y más solidarios. Evidentemente, el ciudadano por sí mismo puede culturizarse puesto que tiene acceso a los bienes de cultura, pero esa formación personal no es capaz de generar una sociedad culta, por lo que tienen que ser los poderes públicos los que posibiliten los medios necesarios para que los ciudadanos puedan tener acceso a la cultura y tengan mayores facilidades para generar por sí mismos productos culturales. ¿Qué sucede y ha sucedido en Almería en los últimos años con la cultura? Cuenta la ciudad con un rico patrimonio (catedral, alcazaba, iglesias, conventos, palacios, edificios singulares, barrios emblemáticos…) y con una variada oferta de inmuebles culturales (museos, auditorio, archivos, bibliotecas, teatros…) y, sin embargo, no es capaz de generar una imagen cultural específica ni su ciudadanía está más cualificada y es mejor con el paso del tiempo. Es cierto que el sistema educativo tiene una responsabilidad importante en la formación de las personas y que habría que introducir profundos cambios para hacer compatible la trasmisión de conocimientos con "el pleno desarrollo de la personalidad humana". Sin embargo, no es ése el tema que aquí nos ocupa, sino el acceso a los bienes culturales y, específicamente, el tema cultural en la ciudad de Almería. La Constitución dice que "los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho". Se especifica, por tanto, que se trata de un derecho y que tiene un responsable para que la ciudadanía pueda ejercerlo, en nuestro caso, el Ayuntamiento y la Diputación, propietarios y gestores de la mayor parte de los inmuebles culturales y, en menor grado, la Junta de Andalucía. Sin embargo, la gestión diaria y la planificación cultural de la ciudad, que es lo que aquí nos ocupa, es responsabilidad de las instituciones municipales y provinciales. Y ¿qué hacen éstas para cumplir con el mandato constitucional? Abrir, que no diseñar una red, una serie de museos sin contenido formativo y sin gestión definida. ¿Qué hace la Casa del poeta sino mostrar dónde vivió Valente en lugar de erigirse en un centro poético internacional capaz de difundir su obra y formar a futuros escritores? ¿Qué hace el Museo de doña Paquita para favorecer la comprensión de la cultura pictórica almeriense? ¿Qué el Museo de la guitarra para acoger un Centro referencial para la difusión del cante flamenco? ¿Qué el Museo de la fotografía, la Casa del cine, el Centro de interpretación patrimonial, los Refugios de la guerra civil, simples muestrarios más o menos afortunados de nuestro presente y nuestro pasado en lugar de propiciar la formación y la comprensión histórica de nuestro legado? ¿Por qué el Teatro Apolo no puede dar cabida a un Centro de jóvenes creadores que canalice tanto talento como hay en esta ciudad, haga posible su difusión y ayude a su ejercicio profesional? ¿Nos espera lo mismo del Hospital provincial? En resumen, muchos medios, poca planificación y muy mala gestión. Por otro lado, la planificación y gestión de los eventos de la ciudad también está encomendada a los poderes públicos y, en este caso, en lugar de propiciar los medios necesarios a los creadores y a los emprendedores culturales se planifica una programación encorsetada, casi siempre de dudosa calidad, y con intención claramente propagandística o manifiestamente religiosa en un Estado aconfesional.

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