Tribuna

Moises S. Palmero Aranda

Educador ambiental y escritor

Sin pudor

Los árboles de la plaza vieja ni siquiera han suscitado debate alguno. En un pleno se decide incluir un punto en el orden del día para eliminarlos

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Sin pudor

Sin decencia, sin vergüenza, a cara descubierta, respaldados por un sistema jurídico que permite adaptar las normas a su conveniencia. Así es como los políticos, las administraciones atentan contra nuestro patrimonio ambiental y cultural.

En la última semana tres ejemplos, que han copado los medios de comunicación, deberían sacarnos los colores: el Río Aguas, los árboles de la Plaza Vieja y las Salinas de San Rafael en Roquetas de Mar. Pueden parecer problemas diferentes, alejados en el espacio los unos de los otros, pero tienen algunas similitudes.

En los tres casos destruyen, eliminan, hacen desaparecer un patrimonio que nos pertenece a todos para beneficiar a unos pocos. El agua fósil, acumulada durante miles de años, de los acuíferos del Río Aguas está siendo malgastada para enriquecer a unos particulares y a los que ninguna administración, del color que sea, son capaces de parar. Tramites, informes, estudios que se alargan en el tiempo y que cuando, en alguna ocasión, dan lugar a sanciones no solucionan el problema, porque el agua necesaria para abastecer a las poblaciones de la comarca, ya ha desaparecido. Luego la echarán en falta y mirarán al mar como la única solución para abastecer un modelo agrícola insostenible ambientalmente. Pero para ellos, el dinero, que nunca es el suyo, sino el de los contribuyentes, lo arregla todo.

Los árboles de la plaza vieja ni siquiera han suscitado debate alguno. En un pleno se decide incluir un punto en el orden del día para eliminarlos. Podríamos discutir si 30 años no son nada, si hacen daño a los restos arqueológicos de los que nunca se han preocupado, si sería conveniente cambiarlos por otras especies, pero lo más doloroso es ver cómo entre unos pocos deciden desproteger esos árboles, porque todos los árboles de la ciudad están protegidos, y talarlos sin generar un debate ciudadano como el que ha provocado el traslado del monumento a Los Coloraos, aunque visto el caso que le han hecho a los expertos respecto al Pingurucho, mejor no perder el tiempo. Lo que hacen es modificar lo que haya modificar para cumplir sus objetivos. Y aún no conocemos quien se beneficiará de la ausencia de sombra, pero tarde o temprano nos enteraremos. Cuando se haga el primer evento sacarán pecho por lo bonita que presentarán la plaza, pero cuando los ciudadanos y los turistas tengan que cruzarla, en cualquier época del año, y no tengan una sombra gratuita en la que resguardarse, se esconderán en sus despachos. Esos argumentos empleados para eliminar los árboles parece que no son validos para proteger las Salinas de San Rafael. Allí el patrimonio cultural no es suficiente para declararlo BIC, ni los miles de años que se llevan extrayendo sal, ni las especies que las utilizan como zona de paso y de reproducción. También es fácil cambiar el PGOU y beneficiar a un puñado de empresarios que se harán de oro para levantar los innecesarios edificios.

Otra de las similitudes, y es lo que me hace mantener la esperanza, es que la ciudadanía se ha organizado para denunciar, dar a conocer y conservar ese patrimonio. Plataformas de ciudadanos, de asociaciones, de colectivos, intentan sensibilizar a la población para que no permitan tales atropellos. No escatiman en propuestas, iniciativas, esfuerzos. Ayer la Plataforma en Defensa del Acuífero del Río Aguas invitó a todo el mundo a recorrer los olivos que están malgastando el agua, las redes sociales hierven pidiendo firmas para proteger los árboles, y la Plataforma Salvemos las Salinas hoy está en Sevilla para participar en el I Encuentro de Patrimonio de Proximidad organizado por el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. Iniciativas imaginativas, reflexionadas, constantes, respaldadas por muchos vecinos, que parecen no servir para nada, porque, puede que en algunos casos Europa venga a tirarnos de las orejas por lo mal que se ha hecho, pero lo destruido, lo eliminado, ya no se puede reemplazar. Ojala sus esfuerzos obtengan resultados. Y otra de las similitudes es que entre los partidos políticos se acusan los unos a los otros de sus acciones, pero no miran en su propio partido para buscar soluciones. Es más fácil denunciar, llorar, porque desde algunas redes sociales, como las del Museo de Almería, se defiende lo que es de todos, a pararse a pensar, planificar unas ciudades más sostenibles, que cubran las necesidades de los vecinos y que no le llenen los bolsillos a los amigos.

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