Tribuna

J. Ernesto García Trevijano

Regisatrador de la Propiedad

El último jinete del apocalipsis

Ciertos inventos de la literatura de ficción, hoy mitificados, se han convertido en realidades concretas o no muy lejanas. Así ocurre con el "Nautilus" de Julio Verne

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El último jinete del apocalipsis

Através de dos familias ideológicamente enfrentadas, el valenciano V. Blasco Ibáñez narra el horror y la desolación que desgarran Europa en la I Guerra Mundial. El libro, que alcanzó enorme fama mundial, lleva por título "Los cuatro jinetes del Apocalipsis" en referencia a la guerra, el hambre, la peste y la muerte.

En nuestros días, las tres primeras ya no parecen "jinetes" que recorren el planeta; guerra, peste y hambruna tienen una dimensión local y ya no son capaces de diezmar significativamente la población del planeta, aunque mantienen un gravísimo riesgo potencial que la humanidad no puede ignorar. Queda, como último jinete apocalíptico, la muerte.

En el pasado siglo, la esperanza de vida de los humanos se ha duplicado y ha aumentado 5 años desde el año 2000. Se mantiene la diferencia entre países y regiones; en Sierra Leona ronda los 50 años; en África llega hoy a los 60; mientras que en Italia y España supera los 80.

Avances científicos predicen que en unas cuantas generaciones será posible "morir joven a los 140 años", título de la obra de divulgación de nuestra reputada científica, María Blasco, directora del C.N.I.O. Al parecer, no es genéticamente obligatoria la muerte. La doctora apunta al envejecimiento como enfermedad en sí misma considerada, que trae, asociadas, las conocidas enfermedades que causan la muerte. Afirma que "no es una locura entender que se puede retrasar la muerte... y que... es posible prolongar la juventud".

Es la literatura de ficción, más que la científica, la que se ha ocupado del anhelo humano por vencer el envejecimiento -a través del elixir de la eterna juventud- y alcanzar la inmortalidad. En "El retrato de Dorian Gray" de Óscar Wilde, un joven se mantiene joven de cuerpo a costa de la corrupción de su alma. El protagonista de "Doctor Faustus", de Thomas Mann, vende su alma al diablo a cambio de genialidad en la vida terrestre.

La aspiración humana a la cualidad divina por excelencia -crear vida-, quedó reflejada en dos imaginativas novelas. R. L. Stevenson creó al Dr. Jeckyll, personaje cuya aspiración a crear vida quedó ahogada por su alter ego, Mr. Hyde. Mary Shelley imaginó al monstruo de Frankenstein que persigue a su creador para darle muerte. En ambas novelas late la idea, a modo de moraleja, de que el intento de crear vida, trae desgracias al humano, que debe dejar esa tarea a la divinidad. Más radical es la tesis del hebreo Yuval Noah Harari, situada entre lo científico y la ficción. En su reciente libro -Homo Deus, ed. Debate 2016-, sostiene que vencidas/controladas las tres primeras plagas, la humanidad se lanza, en estas dos próximas centurias, a conseguir la inmortalidad. El destino del Homo Sapiens es convertirse en Homo Deus, es decir, ser humano con algunas cualidades divinas -ver y oír lo que se hace y dice en un punto de la Quinta Avenida de Nueva York; extremidades de Cyborg; y, desde luego, la inmortalidad -. El hombre podrá morir por golpes, caídas, disparos..., pero no por enfermedad o edad. La tesis de Harari está impregnada de ateísmo militante. Todo lo que no sea "científico" -como ocurre con dioses o religiones- queda relegado a mera justificación de la dominación de unos hombres sobre otros. A diferencia de las tesis religiosas, Harari aspira a la inmortalidad del cuerpo y no la inmortalidad del alma. Ciertos inventos de la literatura de ficción, hoy mitificados, se han convertido en realidades concretas o no muy lejanas. Así ocurre con el "Nautilus" de Julio Verne, la máquina del tiempo de H. G. Wells o los hombres alfa de Aldous Huxley. ¿Se convertirá en realidad la invención de Harari?

La aspiración a la inmortalidad ya se sentía en el siglo VIII a. J.C. En el canto V de La Odisea, el gran Homero coloca al héroe, el astuto Ulises, frente a la ninfa Calipso "divina entre las diosas". Esta le propone "hacerle inmortal e inmune a la vejez para siempre", además de compartir lecho y trono. Sabía Homero que una de las mayores tentaciones del hombre es la inmortalidad. Quizá por eso, Hermes, mensajero de Zeus, acude en ayuda del mortal Ulises para que reinicie su viaje hacia su amada Penélope y su añorada Ítaca. ¿Sucumbiremos nosotros a los cantos de sirena de la inmortalidad? Da vértigo imaginar que, unas generaciones después, nuestros descendientes puedan no estar sometidos a una muerte segura. Como Ulises, lo primero que perderíamos sería la familia y el hogar. Por eso, si tuviera que elegir, yo me quedo en "sapiens".

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