Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Te echaremos de menos Bernie

El detective creado por el enorme Philip Kerr hubiera disfrutado deshaciendo entuertos en Cataluña hoy

Eva me lo presentó y desde entonces mantenía una buena relación con él. El sábado por la mañana, me quedé huérfano de Bernie Gunther y de Scott Manson. Su papá Philip Kerr nos dejó como una prueba viviente de que cuando te llega la hora, no importa quién eres, sino cómo te encuentras. El escocés sensato, consciente de que su país no puede vivir por su cuenta, moreno como no acostumbran a ser los de ahí arriba, de una de las ciudades más hermosas que este pequeño planeta nos regala, dejó la nostalgia de Edimburgo para convertirse en uno de los escritores más originales de novela negra que uno puede echarse a los ojos. Nos sumergió con las aventuras de Scott Manson, que a quien le guste el fútbol no puede dejar de leer; jugó con los equívocos a la hora de matar a un entrenador portugués de notable fama y gran cantidad de enemigos (¿les suena?) o a un español recién llegado al olimpo del fútbol inglés (¿tampoco?).

Lo de Bernie Gunther es todavía más admirable. Un policía del Berlín de los años 30, lo único honrado de una Alemania nazi que atenazaba la paz mundial y que nos brindaba el mejor escenario para sus investigaciones. En ese universo de ficción real que nos brindaba en sus novelas, el peculiar investigador nos brindó relaciones con Goebbels, Goering, Bormann o el psicópata Heydrich en la Praga donde fue asesinado. Le faltaba la relación con Hitler a la que, inevitablemente, conducían sus historias, pero quedará en el imaginario de todos cuantos disfrutamos con sus novelas, que engrandecen un estilo apabullante.

Al mismo tiempo que leía la noticia de su fallecimiento, en la televisión se desgranaba sin solución de continuidad, un capítulo más de esa Barcelona Noir que pide una saga a gritos. Cuánto bien nos hubiera hecho unos años más del bueno de Bernie para darnos cuenta de que el mundo puede tener un ápice de sensatez, que siempre deben de ganar aquellos que menos sinvergüenzas parecen, que la torpeza se paga y que, aunque parece que ganen siempre los mismos, todavía puede quedar una persona honrada que conozca la verdad y la cuente. Ese lugar en un mundo donde se busca la armonía, la civilización, que huye de quienes se empeñan en arrasarlo todo a su paso por inculcar una idea que no queremos aprender, esa sana intención de disfrutar de la vida a pesar de todo. Te voy a echar de menos, Bernie. ¡Qué bien te lo hubieras pasado hoy en Cataluña!

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