Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

La eternidad existe y vive en el salón de plenos

No es de recibo. Tampoco es cuestión de señalar culpables, ya que faltan dedos como para no dejar a alguien sin su responsabilidad. Lo cierto es que diez horas diez, como diez soles para un pleno municipal en Huelva, es para abochornar a quienes lo han permitido. La definición de tedioso apenas llega a atisbar lo que pudo ser más de cuarenta puntos en los que todos y cada uno de los concejales que forman la Corporación Municipal van sencillamente a lucirse, a hablar aunque nadie les escuche durante minutos eternos para apoyar o criticar algunas de las mociones presentadas. Debe ser el órgano de representación municipal, aquel que dirime las cuestiones que atañen a los ciudadanos de una manera más directa; las actuaciones que van a llegar a sus barrios, las obras que mejorarán su calidad de vida, aquellas por las que, en muchos casos, llevan peleando durante años. En lugar de ello, los representantes de los habitantes de Huelva -que han sido elegidos por ellos y que les abonan sus sueldos entre los que se incluye la asistencia a plenos- se pasan horas con reproches mutuos, recuerdos de anteriores gestiones y minutos en los que, los menos afortunados oradores, asisten a un desfile de levantamientos desde las sillas en busca de los lavabos o de la calle para encontrar un alivio nicotínico a semejante pérdida de tiempo. Presentación, réplicas, contrarréplicas, tratan de trasladar al salón de plenos de la Plaza de la Constitución el tampoco edificante espectáculo del Congreso de los Diputados, olvidando que se trata de Huelva, a considerable distancia y trascendencia de las cuestiones que allí se debaten.

Apenas a unos metros de allí, tampoco la Diputación puede presumir de ser especialmente ágil a la hora de convocar sus sesiones plenarias. Bien es cierto que, por regla general, suelen ser más breves y no ponen a prueba el aguante de quienes cometen la osadía de interesarse por lo que allí sucede y hay ocasiones en la que un par de horas bastan para liquidar los asuntos del orden del día. Agazapados y buscando venganza dialéctica, hay otras en las que se suceden los puntos "instamos al Gobierno" o "instamos a la Junta", aprobados o rechazados, no por su contenido, sino según quién sea el partido que gobierna en cada una de esas instituciones.

Es necesario y urgente la búsqueda de un cambio de modelo, de reglas que dirijan estas comparecencias públicas para que, de una vez, sean lo que nunca debieron dejar de ser: una oportunidad al mes para que los ciudadanos conozcan qué hacen sus responsables políticos. Los plenos deben despertar interés, incluso ganas de participar en ellos y no la más absoluta desidia por lo que allí se decide. Concejales y diputados provinciales deben entender de una vez que lo más importante no son ellos, sino lo que ellos hacen para mejorar la vida de quienes les hemos puesto allí. Lo de apoyar una iniciativa independientemente del color político de quien la presente es ya demasiado pedir. Mejor lo dejamos para mejor ocasión. De momento, con que no aburran es suficiente.

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