En cada lágrima

Amor

Cabe en las cuatro letras, en rojo como la Cruz de Santiago sobre la blanca túnica, todo lo que nos ilumina y nos ayuda a caminar en la vida. Es difícil acudir al primer recuerdo, porque siempre fuimos nazarenos de blanco. Crecidos en la escuela de la rampa en la plaza, frontal imponente y el más romano de iglesia sevillana. Custodios del cirio que por una semana, se nos entregaba a los hermanos niños en la víspera y que desde esa tarde, transfiguraba los días contados hasta la mañana más hermosa. Buena pedagogía y acierto el de esta nuestra Hermandad. La transmisión de la Fe se entrega, se hace algo personal, la cuidas y crece contigo en los tramos de la vida. Como los nazarenos de blanco, cansados, que aún juguetean con el sueño para ver pasar ante ellos a su Amor Crucificado. En ella crecimos los amigos, llamados a la vocación del matrimonio unos, a la vocación sacerdotal otros. En ella, hemos compartido los momentos más importantes y alguna tarde de Ramos, difícil, que nos hizo aún más una sola familia cuando el abrazo del Amor llegó mucho más lejos de la costanilla.

Hoy, sábado de quinario y procesión claustral, los hermanos estamos casi tan ilusionados como un niño convocado a tantas vísperas compartidas. Todos nos alegramos unos de los otros. Se reconoce la excelencia investigadora a nuestra hermana Amparo Rodríguez Babío y en ella, a esa labor seria, poco visible y rigurosa que engrandece también a nuestras corporaciones. La memoria es el mejor camino para conocer y amar nuestro presente. Aúna Amparo el rigor y la sevillanía honda de su padre, Antonio y la dulzura y devoción enorme por su Señor del Amor, de su madre, Amparo. Sólo viendo sus ojos humedecidos cuando contempla a su Cristo, nos hace comprender el tramo ejemplar de hermanas -vistan túnica o no- que siempre ha gozado la nuestra. A Dios por el Amor.

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