CINE SOCIAL

Ellos también

  • Antonio Naharro y Álvaro Pastor ruedan en Sevilla una película protagonizada por andaluces con síndrome de Down. El guión retrata la realidad de estos discapacitados, con sus sueños y barreras. Compañeros de reparto de Lola Dueñas relatan su experiencia

Lourdes Naharro era una joven con síndrome de Down que soñaba con ser enfermera y casarse con su novio. Su historia podría ser la de cualquiera de los más de 30.000 españoles afectados por esta alteración genética, pero  el cine la sacó del anonimato e inspiró un cortometraje que ha recibido medio centenar de premios en la última década y una nominación a los Goya en 2002. Uno más, uno menos se llamó la cinta dirigida por Álvaro Pastor y Antonio Naharro, hermano de la actriz y empeñado en mostrar con otros ojos la realidad que había vivido en su casa durante 18 años. Pero 21 minutos supieron a poco. Seis años después  los dos directores han logrado el respaldo  necesario para comenzar a rodar su ópera prima, Yo también, un largometraje donde se acerca al espectador al mundo de la discapacidad intelectual con el objetivo de dar a conocer esta realidad como paso previo e imprescindible para la integración de estas personas.

Y Lourdes ahora es Luisa, una joven que sigue soñando, enamorándose y derribando barreras sociales. Todo es ficción, pero la historia bien podría ser la de Irene Crespo, que confía en dedicarse a la danza contemporánea y poder cuidar algún día a un hermanito. Ella es la novia real de Daniel Parejo, que en la nueva película es Pedro, la pareja de Luisa. El guión de Pastor y Naharro recrea historias de carne y hueso que pueden parecer inverosímiles a los ojos de quienes desconocen la realidad social de los afectados por el síndrome de Down. “Son personas que se emocionan, sienten, sufren, se enamoran...”, comenta Esmeralda Valderrama, una bailarina profesional que desde hace más de una década se dedica a la danza integrada. Ella considera que éste es el futuro en los circuitos convencionales y con ese convencimiento dirige la compañía Danza Mobile, un proyecto consolidado que comparte con Fernando Coronado y que apenas cuenta con dos o tres centros parecidos en España. “Es indudable que el arte puede curar, por ejemplo, a una sociedad miope y cargada de prejuicios que, quizás al ver en el escenario a personas con discapacidad expresarse en normalidad y con alta calidad artística, puedan cambiar su punto de vista, centrando su atención en lo que estas personas son capaces de hacer, en lugar de subrayar lo que no son capaces”, explica la directora.

Hace cinco años Antonio Naharro acudió a uno de los talleres que se imparten en dicha compañía sevillana, allí descubrió la esencia de su proyecto cinematográfico y conoció a Daniel Parejo y a otros jóvenes con síndrome de Down que han encontrado en la danza su salida profesional y que son capaces de desarrollar su guión sin necesidad de interpretar demasiado.

Social y profesional. En el tercer día de rodaje los miembros de Danza Mobile continúan con seriedad y entrega su trabajo. Apenas hay tiempo para el bocadillo y escasos minutos para ir al baño. “Esta escena va muy mal”, comentan los directores ante el gesto contrariado de Dani, Pedro en la ficción. Es muy exigente. Lleva una década en los escenarios, ha hecho anteriormente un cortometraje y ha viajado por gran parte de Europa con Danza Mobile. Es todo un profesional y, como sus compañeros, improvisan las escenas de la escuela de danza que están grabando para la película. “En un día tenía todo el guión aquí”, comenta Dani señalando su cabeza y se tira al suelo para explicar con detalles su próxima escena. Él y Lourdes Naharro, que no pertenece a la compañía sevillana, tienen un papel más destacado en la cinta, pero su interpretación no difiere mucho de lo que es un día habitual en su vida: clases de baile, charla con los amigos, desplazamientos en autobús o a pie sin acompañamiento... La película mostrará una independencia que los bailarines de Danza Mobile han adquirido gracias a su formación en el centro ocupacional, la escuela de danza y la compañía. “Su vida está normalizada y no se sienten solos y aislados”, confirma Esmeralda Valderrama, consciente de las barreras que tienen las personas con síndrome de Down para relacionarse socialmente, independientemente de su grado de afectación.

Pablo Pineda se mueve en los límites. Hoy es el único trisómico europeo con dos carreras, su discurso es sobresaliente, pero los rasgos de su rostro delatan que es un trisómico. Su realidad es la otra cara de la moneda que presenta el proyecto cinematográfico en el que se ha metido de lleno y en el que actúa como protagonista. Le bastó con comprender que el objetivo de la película era idéntico al de la lucha que él mismo emprendió hace unos años con el propósito de acercar a la sociedad la realidad de los discapacitados intelectuales. Aunque él lo hace desde la acera de los normales, entre comillas. “A veces no me sé relacionar bien con las personas con Down y el rodaje con los bailarines de Danza Mobile me está permitiendo ver la diferencia con otra óptica, eso me encanta y me enriquece mucho, por fin veo la diferencia”, comenta el malagueño, satisfecho porque la imagen que ve en los jóvenes bailarines no se parece en nada a la de los niños trisómicos superprotegidos y abrazados en la calle por sus madres.

Su currículum académico ha sido el resultado del tesón de su familia, que siempre creyó en las posibilidades de su hijo, una ardua tarea emprendida por Miguel López Melero, profesor de Ciencias de la Educación en Málaga. Este pedagogo es el responsable de un proyecto que se denominó Roma y que ha demostrado que el origen de la inteligencia es social y que su desarrollo está condicionado por el contexto familiar y escolar. Como muestra, Pablo Pineda, un treintañero competente y autónomo al que le siguen cogiendo la mano cuando va a cruzar la calle y que confiesa que ha sentido la soledad y la incomprensión.

Quizás por ello la experiencia cinematográfica esté siendo “fabulosa”. “El equipo está compuesto por personas que son de otra pasta, me comprenden muy bien, me amparan y quieren mucho; yo me esperaba que hubiese más variedad, como ocurre en la calle”, comenta el universitario, totalmente fascinado por la sencillez, corazón y agrado de la protagonista, Lola Dueñas,  actriz de reconocido prestigio y ganadora de un Goya por su interpretación en Mar Adentro, de Alejandro Amenábar, y nominada por Volver, de Almodóvar.

Algo más que afecto. En el relato imaginario ella es Laura una joven sin discapacidad y compañera de trabajo de Pablo, Daniel en la película. Ambos se enamoran y luchan contra los prejuicios sociales que no son ficticios. “La sociedad no está lo suficientemente madura para aceptar que un síndrome de Down tenga afectividad, relaciones amorosas y menos una vida íntima y sexual”, asegura Pablo Pineda. La directora de Danza Mobile se indigna ante la recurrente frase ‘a todos los tontos les da por los mismo’. “No es así, lo que ocurre es que no se les deja vivir su sexualidad, desarrollar su afectividad”, explica Esmeralda Valderrama. En su centro, donde convive mañana y tarde con jóvenes con síndrome de Down, enseña a sus alumnos que no es correcto meterse mano en público, que sólo se puede besar en la boca a un compañero si él quiere y que el respeto es la clave en toda relación. “Estas cosas son tabú para la mayoría de las familias que han educado en la prohibición y el exceso de protección a sus hijos; muchos son agresivos simplemente porque están muy consentidos”, comenta la directora que, no en vano, se pone en el lugar de los padres que hace 30 años se enfrentaron al reto de criar a un niño con síndrome de Down. Pablo Pineda coincide y asegura que se ha luchado en lo cognitivo, lo intelectual, sobre todo en Andalucía, pero la asignatura pendiente sigue siendo la parte afectiva.

Precisamente por eso aplauden el argumento de la película que narra dos historias de amor con afectados por el síndrome de Down de por medio.  Ellos también. Ya han conseguido entusiasmar a directores y productores, entre ellos Julio Medem, fiel al cine comprometido y social y cuya empresa Alicia Produce se ha unido en el proyecto a la sevillana Pomico Imageb, y cuentan con el aval de varias administraciones de Andalucía y Castilla-La Mancha colaboradoras. En unos días acabará el rodaje en Sevilla, una ciudad que el equipo eligió por ser más pequeña que Madrid, aunque terminarán de grabar en la capital. Pablo Pineda ya no sólo será el primer Down con carrera, también el actor que se enamoró de Lola Dueñas. Lourdes Naharro seguirá soñando y enseñando a quienes le rodean y Daniel Parejo volverá a su escuela de danza para preparar sus próximas actuaciones, anunciadas en Madrid y Düsseldorf (Alemania). La vida normal de gente excepcional.

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