BIBIANA AÍDO, MINISTRA DE IGUALDAD

Una política de nacimiento

  • Nació en Acalá de los Gazules, uno de los semilleros socialistas andaluces y es amiga personal de Felipe González. Ninguno de sus supuestos padrinos la propuso ante Zapatero para dirigir un ministerio más ‘inexperto’ que ella

Hasta el pasado lunes cuando prometió su cargo ante el Rey en el palacio de la Zarzuela, Bibiana Aído era una de esas jóvenes promesas de la política andaluza de la que cabría añadir que, además, de ganas de trabajar y de simpatía gozaba del respaldo de unos “buenos padrinos”: nació en Alcalá de los Gazules, semillero de altos cargos socialistas; cultiva una espléndida amistad con Felipe González y, como explicó el presidente Manuel Chaves, hasta él la sostuvo en sus brazos cuando era la bebé primogénita del primer alcalde democrático alcalaíno. Se lo preguntaron en una rueda de prensa –lo del padrinazgo, claro– mientras sus acompañantes apenas podían disimular una sonrisa cómplice, y es que la joven ministra de Igualdad comparecía ese día flanqueada por un pata negra, Luis Pizarro, secretario de Organización del PSOE de Andalucía y hombre fuerte de Manuel Chaves en el partido y de Francisco González Cabaña, secretario provincial y presidente de la Diputación de Cádiz. Sin embargo, su nombramiento poco ha tenido que ver con estas circunstancias de proximidad al poder andaluz. Fue el propio José Luis Rodríguez Zapatero quien se empeñó en conocerla después de haber sido citada –y elogiada– por la alcaldesa socialista de Sanlúcar, Irene García, en una de las comidas que mantuvo que con ella durante sus estancias en Doñana. La propia Irene García reúne ese majadito de matices que tanto le gusta al presidente: una mujer joven, próxima a la gente, sin el retorcimiento de colmillos propio de la odontología de los viejos zorros y que comenzó la campaña electoral en avanzado estado de gestación y terminó tomando posesión con su hijo en brazos. ¿Les suena?

Una vez oída a Irene, Zapatero consultó con Chaves y con Alfredo Pérez Rubalcaba, ambos cabeza de lista en las pasadas elecciones autonómicas y generales del 9-M. A este respecto, el ministro del Interior contó a la Revista de Andalucía: “Le hablé de ella al presidente en varias ocasiones, con el presidente comentaba la campaña casi todas las noches. Y, claro, yo le hablaba del ambiente, de los mítines, del partido, de la gente con la que hacía los actos. Con Bibiana hice muchos mítines. Desde el primer momento me impresionó. Es madura, lista, con convicciones, soltura y habla como los ángeles”. “Creo que Cádiz –siguió el ministro– tiene una generación de mujeres, la mayoría jóvenes, que son excelentes. Algunas en alcaldías como la de Sanlúcar, Arcos y Jerez. Y otras de diputadas autonómicas o nacionales como Mamen Sánchez o Ana Chacón”.

Sin embargo, de ser por sus amigos, por quienes la venían observando cómo se desplegaba en el mundo de la política con una naturalidad aprendida desde pequeña, Bibiana Aído sería hoy parlamentaria autonómica con posibilidades de presidir una de las comisiones del Parlamento andaluz: quién sabe si este puesto no sería un buen máster antes de las próximas elecciones municipales, cuando el PSOE quería echarla a pelear contra la incombustible alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez (PP). De hecho, hay quien sigue opinando que la hoy ministra, ya mucho más conocida, volvería a su ciudad a presentarse en las elecciones municipales, aunque nada parece indicar que en su nombramiento haya influido este detalle en exceso localista.

Contaba, pues, con un plan de carrera, pero en esto llegó Rodríguez Zapatero, con sus modos sorpresivos e, incluso, desconcertantes para parte de su propio partido, aunque siempre fructíferos en cuanto al efecto mediático deseado: la reacción siempre es más radical, y agria, que sus propias acciones.

De Bibiana Aído ya todo el país sabe que es la ministra más joven que ha tenido España, inexperta, por tanto, aunque su antigüedad en el PSOE sume algunos trienios más que la de algunos compañeros de gabinete. Aído nació el 2 de febrero de 1977 en Alcalá de los Gazules, pocos años antes de que su padre, Francisco, se convirtiera en el primer alcalde democrático de este pueblo situado a las puertas del parque natural de los Alcornocales, porque al rosario de récord que Zapatero ha reunido para este gabinete también figura el de Bibiana como la primera ministra nacida en democracia. Su padre Paco, que era director del colegio público de Alcalá, se presentó a las elecciones municipales. Por supuesto por el PSOE, y es que tantos socialistas ha dado este pueblo que el grupo de jóvenes que lo compuso pasó a denominarse el clan de Alcalá. Ahí estaban el desaparecido Alfonso Perales, Luis Pizarro, el ex consejero y parlamentario José Luis Blanco, el propio Francisco Aído y varios delegados de la Junta actuales. Muchos de ellos estudiaron internos en Campano, un colegio de los salesianos en Chiclana. Aunque “la semilla de la justicia social” –como explica uno de ellos– la inoculó uno de los curas, que es quien realmente les lleva a la militancia y les pone en contacto con el incipiente grupo sevillano del PSOE, el de Felipe González y Guerra. Este cura fue Antonio Guerrero, un electricista de Dos Hermanas que pasó una larga temporada en Alcalá trabajando en la construcción de unas viviendas de protección oficial.

Una parte del grupo primigenio también guardaba relaciones familiares con viejos anarquistas, como Juan Perales y María Pizarro, y en Cádiz trabaron una relación de casi pupilos con Fernando Puelles, también de Alcalá, y primer biógrafo del alcalde anarquista de Cádiz, Fermín Salvochea. Incluso en el pueblo vivía un miembro del comité federal en la clandestinidad, Paco Serrano, cuya verdadera identidad sólo descubrió Alfonso Perales cuando fue al congreso de Suresnes (Francia), donde fue elegido secretario general un jovencísimo Felipe González.

Poco de clan

El clan, en realidad, sólo fue clan en esos primeros tiempos de clandestinidad y durante las luchas internas que sacudieron al PSOE de Cádiz durante la década de los ochenta. Apoteósicas, por cierto, y bien aprovechadas por otros sectores del socialismo andaluz para ganar cuotas de poder mientras en esta provincia andaban a pataditas por debajo de las mesas camilla donde componían unas listas casi imposibles. Sin embargo, de Alcalá y de su propia comarca, la Janda, se segregó después un grupo – los jandistas se llamaron (las guerras balcánicas de los partidos tienden a nominar bandos y facciones con una precisión taxonómica)– que llegó a enfrentarse en algún congreso provincial con Perales y Pizarro. Ahí estuvieron José Luis Blanco, Francisco Aído o el actual secretario provincial, Francisco González Cabaña, que no es de Alcalá, pero casi: es de Benalup-Casasviejas, del pueblo de al lado. Lo cierto es que hoy en día las fricciones están bastante limadas, y los dirigentes del este partido están vacunados contra ellas, aunque el clan, como tal, dejó de existir hace muchos años. Guardan en común, eso sí, los recuerdos de este pueblo de antiguos carboneros y corcheros y sus primeras andanzas en la clandestinidad cuando vivían ya de estudiantes en un piso de la plaza Bécquer de Cádiz.

Bibiana Aído vivió poco de aquellos tiempos tumultuosos, aunque se afilió a las Juventudes Socialistas poco después de cumplir los 15 años. Así que, ciertamente, conocía desde muy joven a Felipe González y a Manuel Chaves. Lleva más cuotas pagadas que algunos de sus compañeros de gabinete, muchos de los cuales –como se encargó de criticar Rodríguez Ibarra– carecen de carné. La nueva ministra estudió en Cádiz la licenciatura de Administración de Empresas y completó su formación en la Universidad de Northumbria, en el Reino Unido. Pero no dejó la política. La primera vez que se presentó a unas elecciones fue en 1999, en unas municipales por Cádiz que llevaba de cabeza de cartel a María de la O Jiménez, hoy jefa de gabinete del alcalde de Sevilla. Pero no salió. No hubo suerte al año siguiente, cuando fue de número siete en la lista de las autonómicas del año 2000: casi no quería, y sus padres tampoco, la campaña le cogió estudiando en Newcastle, así que su estancia en la provincia duró el tiempo de pegar carteles, dar algunos mítines y reunirse con jóvenes.

El alcalde de Alcalá, Arsenio Cordero, forma parte de esa nueva generación de socialistas alcalaínos, pero es muy amigo del padre de Bibiana debido a una afición común: el ajedrez. Francisco Aído llegó a jugar con Karpov en una simultánea en Barbate, y desde hace muchos años suelen hacer viajes en familia una vez al año. “Bibiana siempre vino con nosotros, y ya de mayor, incluso siendo delegada, hacía de canguro con los niños, les contaba cuentos, les hacía obras de teatro; es una mujer espléndida que, con perdón, ha mamado la política desde niña”, relata el alcalde. Aconsejada por su padre y su madre, María Josefa Almagro, también maestra, la hoy ministra, no obstante, ha seguido sus pasos por cuenta propia, manteniendo unas distancias muy bien definidas.

Aído seguía, por tanto, una carrera política muy bien medida y pensada, y se estrenó como cargo público como delegada de Cultura en Cádiz. Se fue a vivir al gaditano barrio del Mentidero y siguió frecuentando los mismos lugares de siempre, como El bazar inglés, un bar donde servía copas para ganar algo de dinero mientras estudiaba. Como entonces, sigue en la soltería, ahora con una relación estable, aunque siempre ha sido una mujer de mucho éxito entre los hombres (se supone que este apunte no viola ninguno de los preceptos con los que ha sido fundado su ministerio).

Siendo delegada de Cultura, ayudó a la restauración de uno de los pueblos más singulares de Andalucía, Castellar. Esta población corona una de las sierras del Campo de Gibraltar. Completamente amurallada, la vieja población fue abandonada a mediados de siglo y ocupada durante décadas por hippies hasta que hace algunos años comenzó a ser restaurada. Todavía viven allí algunos de esos hijos (hoy abuelos) del mayo del 68, que comparten vecindad con gente ilustre como Felipe González. Antes de convertirse en secretario general del PSOE, el joven abogado laboralista sevillano consiguió la devolución de una dehesa comunal para este pueblo donde se situaba el mayor latifundio de España, la Almoraima, hoy propiedad estatal en virtud de la expropiación de Rumasa a la familia Ruiz-Mateos. Bibiana mantiene desde entonces una gran amistad con Felipe González y Carmen Romero, una relación de la que la joven ministra ha sacado bastantes lecciones políticas. Los frecuenta bastante, Felipe anda mucho por el monte en compañía de un amigo, Juan Sierra: antes buscaba árboles con posibilidades de ser convertidos en bonsais y, ahora, le ha dado por las rocas. Algunas de las piedras pulidas que la joven ministra lleva de collar son tallas de González.

El caso es que al ex presidente, además de disfrutar de la sierra, también le gusta mantener reuniones con gente joven, en las que se suele hablar de política, de la situación mundial y de todos esos asuntos que le encantan. La joven ministra andaluza le ha servido de introductora entre este tipo de interlocutores, y Juan Sierra le ha construido una pequeña habitación en una casa del pueblo para sus frecuentes visitas.

Pero hay un momento preciso, según algunas fuentes, en el que Felipe González aconseja a Bibiana sobre su futuro. Quizás fuera entonces cuando le hablara de la necesaria empatía que un político de éxito debe procurar con sus votantes, simpatizantes o administrados. “Hay que ponerse en su lugar, en saber cómo piensan”, ha dicho más de una vez en público. La conversación aludida tuvo lugar en un hotel de Guadalajara, durante la Feria Internacional del Libro de 2006, que estuvo dedicada a Andalucía. Sin embargo, Felipe González no habló con Rodríguez Zapatero para recomendarla; eso sí, cuando Bibiana Aído se supo confirmada, pidió al hoy presidente que informara a su amigo. Si podía ser, claro. Y así se hizo.

El presidente Zapatero y su ministra habían coincidido en varios mítines, pero no se conocían lo suficiente. Un día antes de la decisión, Bibiana Aído fue citada al palacio de la Moncloa: entró a las 5 de la tarde y salió tres horas después. Sólo al final el presidente le reveló que quería nombrarla; aceptó y se quedó en Madrid para despachar los primeros asuntos con la vicepresidenta. Una vez revelada la composición del nuevo gabinete, la crítica más razonada que recibió fue la de su inexperiencia, y es cierto, aunque los habituales del humor cavernoso más ácido encontraron su punto más débil en su último cargo, el de directora de la Agencia Andaluza de Flamenco. Hay alguien que ha dicho que su mayor hito ha sido el de ganar un torneo (sic) de peteneras. Será por lo del mal fario que le desean. Hubo otras críticas, aunque no públicas, de algunas mujeres de su propio partido, que no acertaban a comprender cómo Aído se había saltado dos o tres generaciones de feministas socialistas. “Y esto no va a ser nada cuando llegue a Madrid, y se encuentre con las que hay allí, un montón que también creían que iban a ser ministras”, comentaba el domingo pasado un alto cargo del PSOE en la provincia.

Motivada por la consejera de Cultura, Rosa Torres, Aído dejó la Delegación de Cultura y se marchó, en efecto, a esta agencia del flamenco que sólo se debe recomendar a enamorados del cante jondo con suficiente cuerda como para aguantar a mucha gente necesitada de parné para proseguir con sus espectáculos. No estaba contenta, de ahí que se presentara a las últimas elecciones andaluzas de número dos, seguida de Luis Pizarro y antecedida por Manuel Chaves. En cierto sentido, fue un error en su carrera política, un camino de ida y vuelta en el cante, rectificado a tiempo.

Pero el nuevo ministerio aún le será más difícil. La joven ministra ha llegado a un departamento más novato que ella. “Estoy deseando comenzar a hacer política”, le confesaba a González Cabaña el miércoles pasado por la noche. Mientras, no es que se estuviera poniendo al día, sino que construía el aparato burocrático de este inédito ministerio. Ni siquiera le da tiempo para renovar su blog, Amanece en Cádiz, que esta semana ya suma más de 140.000 entradas.

Pero el lunes pasado, cuando recogió su cartera ministerial grabada con letras doradas en la antigua sede de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones, Bibiana Aído ya dio muestras de que no va a ir de pardilla, a pesar de su juventud. Se acercó a los periodistas, conversó con ellos, casi se disculpó por la improvisación del acto –un gesto que genera empatía, como diría Felipe González– y, después, ofreció un discurso con guiños a la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega. “Como dice la vicepresidenta, cada vez que una mujer da un paso hacia adelante...”, y Bibiana se daba la vuelta y miraba a De la Vega, quien al finalizar la plática le dio un fuerte abrazo de agradecimiento. Ya sabe quién es el presidente y quién es la que manda, la que puede sacarle de más de un apuro: será joven, pero –ya saben– ésta es la única enfermedad que cura la edad.

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