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El Museo

Monaguillos en un balcón

  • El frío de la noche no restó público en una plaza que se llenó para ver la salida de la cofradía decana del Lunes Santo

Los monaguillos asomados al balcón enrejado de la capilla del Museo se disputaban la mejor perspectiva para contemplar el paso de la hermandad de las Penas por la plaza. Estampa que cada año se repite en la Puerta Real. Ríos de personas que confluían en un punto clave para vivir el Lunes Santo. El Señor de las Penas reviró lentamente desde Alfonso XII -cabeza vuelta a la derecha- mientras de la vecina capilla iban saliendo los nazarenos negros dispuestos dispuestos a bordear la plaza.

La mejor noticia este año en el Museo es que salió el Señor de la Expiración después del accidente que sufrió el Lunes de Pasión cuando fue subido al paso. Susto importante con daños menores que fueron subsanados con urgencia por Luis Álvarez Duarte.

Salió el Museo como siempre en el último puesto de la nómina después de no prosperar sus intentos para remodelar el día y alcanzar una posición más centrada en la jornada. Lo que antes era un privilegio, cerrar el día, se ha convertido en una penitencia extra para los hermanos de esta corporación que, año tras año, tienen que volver a su casa acumulando retrasos, con las calles sin limpiar, y a una hora en la que el escaso público que la acompaña deja mucho que desear.

Este año sí se abrieron las puertas a su hora. En la calle Capitán Cepeda se forman los nazarenos de los tramos de palio. Los bancos de la iglesia están dispuestos en esta zona para aliviar la espera.

Salida lenta y pausada. El ritmo lo marcó la cofradía precedente que remontó Alfonso XII camino del Duque. El frío que se instaló en la noche no hizo mella en los monaguillos que seguían con sus juegos esperando a ocupar su sitio delante del paso.

Instantes después de que la Virgen de los Dolores cruzara la plaza a los sones de Quinta Angustia, salió el Cristo de la Expiración. Levantás a pulso aliviao, por precaución. Los impacientes monaguillos habían trasladado sus juegos del balcón a la delantera del paso.

Ahora son los monaguillos que acompañaron a la Virgen de las Aguas los que hacen suyo el balcón. Algunos esperan en la puerta de la iglesia, los más pequeños ya dormidos en brazos de sus madres. Los nazarenos con capa blanca son los que salen ahora de la iglesia.

Calas minimalistas traidas de Holanda para la Virgen de las Aguas. Dos niños vestidos de seise son los que portan el incienso y el carbón con el que los cuatros turiferarios que van delante del paso perfuman la escena. La Virgen rodeó la plaza mientras sonaba el trío marcial de la marcha Virgen de las Aguas.

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